“Cada uno hace lo que puede con lo que le dieron. Ése es el trabajo de toda vida humana: descubrir qué se hace con las marcas.” Con esa reflexión comienza el prólogo del libro Hijos de los 70 de Carolina Arenes y Astrid Pikielny, dos periodistas que se propusieron compartir las voces de los hijos de los protagonistas de la dictadura cívico militar de 1976.
Las autoras se preguntaron inicialmente sobre las huellas que dejó ese momento trágico en cada familia, al entorno cercano de los principales involucrados, e intentaron reconstruirlas a través del testimonio de sus hijos. Cómo conocieron su historia familiar, de qué manera resignificaron las heridas y cuáles fueron las respuestas provisorias que construyeron para continuar el camino hacia la verdad, son algunos de los interrogantes de esta obra.
El resultado de la investigación, publicada por la editorial Sudamericana, es la síntesis de distintas voces haciendo un recorrido histórico y personal. Son vivencias transformadas en relatos que conviven en un contexto trágico reciente, ofreciendo una observación íntima en una época que nos dejó una marca a todos los argentinos. “Hablan hijos que reivindican las banderas políticas de sus padres y otros que las cuestionan. Hablan hijos que defienden o justifican a sus padres y hablan también los que han cortado lazo con ellos”, sintetizaron Arenes y Pikielny.
A 40 años del último golpe de Estado, este libro es un aporte más para continuar armando el rompecabezas de historias que se entrelazan, colaborando en la comprensión y la memoria de un oscuro episodio en nuestro país.
El libro comparte las vidas de Félix Bruzzone, Eva Donda, los hijos de Marcelo Dupont (Valeria, Marcelo, Máximo y Miguel), Aníbal Guevara, Mario Javier Firmenich, Malena Gandolfo, Analía Kalinec, María Eva Leis, Atilio y Patricia López, Delia Lozano, Diego Molina Pico, José María Sacheri, Ricardo Saint-Jean, Jaime Smart, Hernán Vaca Narvaja, Luciana Ogando, Mariano Pujadas, Luis Alberto Quijano, Alejandro Rozitchner, Claudia Rucci y Alberto Saavedra.
Uno de los testimonios que revela la complejidad de la recolección de estos relatos, es el de la hija de un general del ejército argentino, que de manera anónima explicó que aún enfrenta la culpa que siente por “ser hija de…”, y continúa buscando sanar las heridas. “Sentía vergüenza de la mirada de los otros y culpa ante la sociedad. Me preguntaba cuánto sabría mi padre del destino de los desaparecidos o de los niños apropiados”, sostuvo la entrevistada que dudó en participar de la publicación.
En diálogo con Palabras, las escritoras relataron cómo avanzaron inicialmente en su trabajo.
-¿A partir de dónde surgió la idea de entrevistar a los hijos de algunos de los protagonistas de esta etapa trágica de la Argentina?
– Astrid Pikielny (AP): Fue el testimonio de la hija de un general de la dictadura el que nos puso en el camino de un libro posible. Fue la historia de esta hija que necesitó hacerle preguntas a su padre, lo buscó en el Nunca Más y lo encontró, y leyó testimonios que lo incriminaban. Esta hija, que figura como único testimonio anónimo del libro, sintió vergüenza y culpa ante la sociedad por lo que había hecho su padre. Este testimonio y el de otros de hijos de militares y policías, nos mostraron un universo que desconocíamos: qué había pasado con los hijos de los que habían tenido participación directa o indirecta en la represión ilegal.
Entonces, a 40 años del golpe, quisimos contar qué es lo que había sucedido con la generación siguiente a la de los protagonistas, la de los hijos que no tomaron decisiones pero llevan sus marcas.
– ¿Qué significa para ustedes el encuentro de estas vivencias en un mismo libro?
– AP: Es la posibilidad de mostrar un universo y un entramado necesariamente complejo, alejado de maniqueísmos y estereotipos. Es la posibilidad de que todos podamos asomarnos a la historia de los otros, al dolor del otro, aunque haya diferencias que nunca se zanjen y heridas que nunca cicatricen. En definitiva, es la posibilidad de humanizar una tragedia política y ver qué herencia cargan estos hijos. Algo de eso sucedió porque después de la publicación de Hijos de los 70 algunos de los entrevistados (cuyos padres estuvieron ubicados en distintos lugares de la tragedia) quisieron conocerse y finalmente se conocieron.
– Manifestaron su claro desacuerdo a la teoría de los dos demonios, ¿sintieron en algún momento que corrían el riesgo de caer en ella?
– AP: A lo largo de los años que llevó la investigación para el libro, alguna vez nos plantearon ese riesgo, el de que el libro, al reunir historias diversas, terminara plasmando textualmente ese planteo. Pero el libro no equipara responsabilidades jurídicas entre militares y militantes, entre la violencia ejercida desde el Estado y la ejercida por las organizaciones armadas. Tampoco abona la hipótesis de una sociedad inocente, víctima de dos demonios, un planteo que esconde la responsabilidad de otros actores, los civiles que fueron aliados o cómplices de la represión ilegal y la sociedad que aceptó esos métodos. Pero tener esto en claro no debería impedir hablar de todas las heridas.
Escuchar y dar lugar al testimonio de una hija cuyo padre fue asesinado en un ataque de la guerrilla no significa justificar ni la dictadura ni su maquinaria ilegal de represión. Significa, en todo caso, ampliar las voces que construyen la memoria social. Nosotras planteamos desde el prólogo nuestro desacuerdo con esa teoría y explicitamos que la propuesta de reunir distintas voces de hijos buscaba justamente romper ese cerco, «los dos bandos», «los dos lados», etc. De hecho, entre las 23 historias hay hijos que no pueden ser subsumidos en ninguno de esos «dos bandos». Y además, acá no hablan los padres, sino los hijos. Y los hijos no tienen responsabilidades políticas ni tienen que rendir cuentas ante la Justicia, ni frente a la historia.
– ¿Creen que este trabajo hace un aporte para continuar el camino de la memoria en nuestro país?
– Carolina Arenes: Esperemos que sí. Uno no sabe los caminos que recorre lo que uno hace pero quizás sirva para ampliar la conversación sobre las cosas que pueden ser dichas, 40 años después y las preguntas que podemos hacernos hoy. Quizás el libro diga algo nuevo sobre las marcas de ese pasado en este presente.