El pasado 26 de noviembre la Cancillería Argentina informó que la artista santafesina Mariana Telleria, con su proyecto El nombre de un país, será la encargada de representar a la República Argentina en la 58° Exposición Internacional de Arte La Bienal de Venecia, que bajo el lema Afortunado quien vive en tiempos interesantesse realizará entre el 11 de mayo y el 24 de noviembre de 2019.
La selección de Telleria para encabezar el envío argentino a “la madre de todas las bienales” fue el resultado de una convocatoria abierta a la que se presentaron 68 anteproyectos de artistas argentinos de diferentes puntos del país, un hecho sin antecedentes desde 1901, que planteaba entre sus condiciones el requisito que el artista sea de nacionalidad argentina y que viva y trabaje en el país.
El jurado del inédito concurso que seleccionó a Tellería, impulsado con el objeto de dar transparencia y carácter federal a la convocatoria, estuvo presidido por el Director de Asuntos Culturales, Embajador Sergio Baur, e integrado por el Director del Museo Nacional de Bellas Artes, Andrés Duprat, la Dra. Laura Malosetti Costa, de la Academia Nacional Bellas Artes, el artista Visual Jorge Macchi, y los miembros del Consejo Asesor Ad Honorem de la Dirección de Asuntos Culturales, integrado por Teresa Anchorena, Eleonora Jaureguiberry, Adriana Rosenberg; Mauro Herlitzka y Esteban Tedesco.
Para conocer algunos detalles del proceso de selección y del proyecto inédito que presentará Tellería, Palabrasdialogó con Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria general de Cultura de San Isidro y miembro del jurado encargado de la selección.
A días del anuncio de la ganadora ¿cómo caracterizás el proceso de selección a través de este inédito concurso público?
Estoy convencida que esta convocatoria abierta fue una experiencia llamada a sentar un importante precedente, porque realmente para eso trabajamos mucho durante todo el proceso, desde las bases, que las realizamos todos juntos, y donde se tomaron decisiones polémicas, como por ejemplo que se iba a favorecer a un artista argentino que estuviera viviendo en Argentina, algo que a algunos les gustó y a otros no. Pero sobre todo a Sergio Baur, y al Canciller, por supuesto, les pareció que el esfuerzo económico que iba a hacer Argentina en un momento de tanta crisis merecía ser aprovechado para impulsar la carrera de un artista que esté trabajando aquí. Una decisión que en esta ocasión creo que fue acertada porque da cuenta del contexto que estamos atravesando.
Realmente entiendo que las bases, en las que insisto, trabajamos muchísimo estaban muy claras, ese creo que fue el verdadero suceso de este concurso, porque le dio mucha claridad al proceso de selección en un ámbito como el del arte, que como todos sabemos es el misterio de todos los misterios, y donde como decía una profesora mía muy querida: “finalmente me gusta porque me gusta”, más allá de que, justamente, aquí se convocó a un jurado con suficientes horas de vuelo como para que ese me gusta porque me gusta, surja de una mirada informada.
Y en función de esa claridad fue que se presentaron proyectos muy interesantes, prácticamente la mitad de mujeres y la mitad de hombres, y hubo muchos tanques, muchos artistas argentinos de mucha trayectoria y de mucha valía, muchos y muy buenos curadores presentándose en tándem con esos artistas, así que creo que el concurso fue un suceso, porque logró convocar mucha diversidad, y mucho artista muy bueno interesado en ir a Venecia.
¿Iniciado el proceso de selección cómo fue esa tarea?
Para el jurado fue un enorme desafío, porque no solo estábamos evaluando a un artista, sino un proyecto en particular, porque puede ocurrir, y de hecho ocurrió, que artistas muy interesantes, que se merecen mucho ir a Venecia, tal vez presentaron proyectos que no eran para Venecia.
El Pabellón argentino de Venecia es un pabellón largo y angosto, y por esto había que tener muy resuelta la cuestión espacial, y también la conceptual. El desafío, o la dificultad de este concurso, no era solo que se presentaran muchos y muy buenos artistas, sino que esos artistas, además, presentaran proyectos interesantes y relevantes para la ocasión, que no es un detalle menor.
Debemos entender que la Bienal se realiza en un lugar inmenso, donde la gente circula muy rápido, lo que requiere una obra que visualmente sea impactante, y que también pueda ser leída rápidamente, porque el promedio de permanencia de la gente en el pabellón es de 3 minutos. Son muchísimas las variables que se deben tener en cuenta si uno quiere hacer un envío efectivo, que genere algo en el público, que se hable de él.
Finalmente, se presentaron 68 proyectos, que fue un montón, hubo muchísimo trabajo del jurado, prácticamente nos sabíamos los proyectos de memoria antes de sentarnos a discutir por primera vez, y luego hubo varias reuniones, de los 68 se escogieron 9, y luego el pasaje de 9 a 1, implicó una discusión muy profunda, muy interesante. Quedaron 3 artistas al final, los entrevistamos, les solicitamos varias aclaraciones sobre sus proyectos, y finalmente la convicción, el empeño, y el compromiso de Mariana nos terminó de convencer.
¿Junto a esas características que otros detalles nos podés contar de esa elección?
El trabajo de Mariana realmente tiene muchas virtudes, la primera, entiendo, es que de todos los artistas que presentaron proyectos fue la que mejor entendió el tema del espacio del pabellón, ese fue uno de los aspectos que surgieron en la primera conversación sobre su trabajo, todos coincidimos en que había entendido de qué se trataba el pabellón, pese a que nunca fue, y no lo conoce.
Por otro lado ella tiene una estética súper contemporánea, muy rupturista, muy personal, su obra realmente no se parece a la obra de nadie, y nos convenció también que era una obra muy de bienal, que está hablando de un lenguaje nuevo, las bienales no son museos, estamos viendo lo que va a ocurrir, lo que viene, y el lenguaje de Mariana es un lenguaje súper contemporáneo, muy ecléctico, y que no se parece a nada.
Además, esta obra en particular, tampoco se parece a ninguna otra obra suya, porque de algún modo lo que hizo fue utilizar, por primera vez, una serie de materiales que antes utilizaba por separado, todos juntos en la misma obra. En ese sentido también es un nuevo lenguaje para ella.
Obviamente, nos pareció fantástico que fuera de Rosario, que fuera mujer, que tuviera 39 años, una edad muy interesante, muchas cosas que ayudaron a la decisión final -aunque no fue por eso que la elegimos, de hecho los otros dos finalistas fueron varones y de Buenos Aires- y realmente es una artista muy seria en términos de factura, porque nosotros estamos seleccionado y financiando un proyecto, el final lo ignoramos todos, pero creo que será una obra muy jugada, que va a dar que hablar, que Mariana se lo merece, y que realmente elegimos bien.
¿Cómo continúa a partir de aquí el trabajo?
El proceso sigue con el acopio de los materiales, el envío a Venecia, y luego la construcción de la obra allí. La función de control la tiene sobre todo Sergio Baur, y todo el equipo de Cancillería. El jurado ya se extinguió, aunque quienes formamos parte de la Comisión de Asesoramiento a Cancillería, vamos a estar mirando la evolución del proceso, la diaria la va a manejar Sergio Baur con su staff, como se ha hecho siempre.
Finalmente, ¿en términos personales con qué te quedás de esta experiencia?
Para mí todo este trabajo ha sido un viaje muy enriquecedor, pero tal vez lo que más disfruté fue ver como gente que concursó y perdió se puso muy contenta al saber quién había ganado. En un mundo tan competitivo y tan feroz como es el de los artistas esa generosidad de decir “que bueno, que alegría por Mariana” me conmovió realmente, y no fue algo que pasó con un solo artista sino con varios.