Desde el 29 de noviembre y hasta el 16 de febrero el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires presenta Soplo, una retrospectiva dedicada a Ernesto Neto, que reúne sesenta piezas producidas por el artista brasileño, uno de los nombres más destacados de la escultura contemporánea, desde finales de los años ochenta hasta la actualidad.
Realizada por la Pinacoteca de São Paulo, donde la exposición se presentó de marzo a julio de 2019, con curaduría de Valeria Piccoli y Jochen Volz, director y curadora jefe de la Pinacoteca, Soplo se inaugurará en Malba, específicamente, el jueves 28 de noviembre a las 19hs, con una conversación donde Piccoli y el artista compartirán con el púbico los principales lineamientos de la propuesta, y repasarán sus casi cuarenta años de trayectoria.
“Desde una singular comprensión de la herencia neoconcreta, Ernesto Neto (Río de Janeiro, 1964) despliega sus primeras esculturas –elaboradas con materiales como medias de poliamida, esferas de corcho blanco y especias– en grandes instalaciones inmersivas que proponen al espectador un espacio de convivencia, pausa y toma de conciencia. Su práctica escultórica nace de la tensión de materiales textiles y técnicas como el croché. Estas grandes estructuras lúdicas acogen acciones y rituales que revelan las preocupaciones actuales del artista: la afirmación del cuerpo como elemento indisociable de la mente y la espiritualidad”, explican desde Malba.
Soplo, reúne así tres grandes cuerpos de obra: las que involucran los sentidos del espectador, desafiando el cuerpo e invitando a la inversión; las que piden activación por parte del espectador, apelando a la idea de cuerpo colectivo, en convivencia, y de carácter lúdico, y las que tienen dimensión ritual, práctica que el artista viene adquiriendo hace algunos años.
Y es que desde 2013, Neto ha estado conviviendo con los pueblos de la selva, principalmente la comunidad indígena Huni Kuin, también conocida como Kaxinawá. La población de esta etnia, con más de 7.500 personas, habita parte del estado de Acre y forma parte de su población indígena más numerosa.
“Los habitantes de la selva tienen un vínculo mucho más profundo con la naturaleza. Incluso, la palabra naturaleza, como algo que está fuera de nosotros, seres humanos, no existe en esta comunidad. Ellos no ven esa separación”, cuenta el artista. “La convivencia con ellos me ha proporcionado un profundo entendimiento de la espiritualidad, de esta fuerza de continuidad del ‘cuerpo-yo’ y del ‘cuerpo-medioambiente’, y también una base estructural ‘espíritu-filosófica’, además de la comprensión de la cual hay mucho que descubrir como humanidad: ¿Quiénes somos? ¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos?”.
“Desde el comienzo de su trayectoria, Ernesto Neto viene explorando y expandiendo radicalmente los principios de la escultura. Gravedad y equilibrio, solidez y opacidad, textura, color y luz, simbolismo y abstracción son las bases de su práctica artística, un continuo ejercicio sobre el cuerpo colectivo e individual, sobre el equilibrio y la construcción en comunidad”, concluye, en tanto, el curador Jochen Volz.
En un momento marcado por el descompás entre el ser humano y la naturaleza, Ernesto Neto propone que el arte sea un puente para la reconexión humana con esferas más sutiles. “El artista es una especie de chamán. Él trata con lo subjetivo, lo inexplicable, aquello que sucede entre el cielo y la tierra, con lo invisible. Desde ese lugar, consigue transportar cosas”, reafirma Neto.