Entrevistas

Segunda edición del libro que denuncia la discriminación de género en una gran multinacional

Pedro Alberto Filipuzzi es ingeniero, y hace más de 25 años se desempeña como profesional en Telefónica, donde  además de trabajar en áreas de planificación de la empresa, cumple desde 2008 funciones como delegado en el Centro de Profesionales de Empresas de Telecomunicaciones. En 2017, luego de una década de incansable actividad gremial Filipuzzi presentó […]

Pedro Alberto Filipuzzi es ingeniero, y hace más de 25 años se desempeña como profesional en Telefónica, donde  además de trabajar en áreas de planificación de la empresa, cumple desde 2008 funciones como delegado en el Centro de Profesionales de Empresas de Telecomunicaciones.

En 2017, luego de una década de incansable actividad gremial Filipuzzi presentó Discriminación y Antisemitismo en Telefónica (Ed. Dunken) una obra que hasta hoy es considerada como el primer y único ensayo en el mundo que denuncia prácticas de antisemitismo castigadas en la Justicia en una multinacional del siglo XXI.

A partir de esa experiencia, en 2019, Fillipuzzi lanzó por la misma editorial Discriminación de Género en Telefónica, obra que ya cuenta con una segunda edición ampliada, con prólogo de la Dra. Dora Barrancos, que pone en la superficie, a través de una detallada casuística jurídica, los mecanismos de la segregación utilizados por la empresa para impedir la vigencia de la igualdad entre los géneros garantizada por la Constitución Nacional.

«El colectivo femenino, que ha sufrido el patriarcado en Telefónica y otras compañías ha comenzado a decir basta, el propósito de este libro es darle visibilidad a ese sufrimiento, pero también es aportar una herramienta con casuística jurídica para que Telefónica, y todas las empresas en el Siglo XXI corrijan sus políticas y pongan un punto final a la discriminación de género», explica Filipuzzi, en una charla con Palabras, donde detalló el origen de esas obras, las consecuencias de su publicación, y su visión sobre el estado actual de la temática.

Comenzando por 2017, ¿cómo tomaste la decisión de investigar, recopilar y publicar aquella primera obra con foco en el antisemitismo en Telefónica?            

El libro de 2017, su origen se remonta a 1995, 1996, cuando comienzo a trabajar en un proyecto para Telefónica, y conozco a Leonardo Szkop, un ingeniero de origen judío, que al igual que yo trabajaba allí fuera de convenio, y comenzó a ser sistemáticamente acosado en su lugar de trabajo: le decían todo tipo de insultos, dibujaron cruces esvásticas en el lugar donde estaba, lo molestaban sistemáticamente, especialmente un jefe y un director.

Frente a esa situación comenzó a quejarse y radicó una denuncia por persecución religiosa, donde salí de testigo. Luego, intentaron echarlo en medio de un trasplante renal, y también lo defendimos con un grupo de compañeros, y finalmente, la empresa lo suspendió planteando que él tenía manifestaciones religiosas en el lugar de trabajo.

Situaciones similares se habían dado con personas musulmanas, que a determinada hora se orientaban hacia La Meca, y Telefónica sistemáticamente se los impedía. La impronta discriminatoria era muy marcada. Pero ese caso, que está en el libro, fue un poco el origen de todo esto.

¿Luego de ese caso inicial siguieron muchos?

Muchísimos y están todos en la obra, pero solo como ejemplo, no puedo dejar de mencionar uno muy grave, que sufrió Pablo Garncarz,  un empleado que trabajaba en Movistar, en el área de venta de equipos, y utilizaba kipá, un pequeño gorrito ritual judío que representa reconocer que la persona termina en su límite físico y la existencia de un ser superior.

Pablo trabajaba muy bien, siempre había utilizado la kipá, y no había tenido problemas, pero se produce un cambio de jefes, y al nuevo le molestaba que la utilice. Le plantea que no puede atender así, que debe sacársela, y finalmente, como se niega, lo obligan a hacer tareas por debajo de su capacidad y lejos del público, apartándolo de todos, y aislándolo.

Obviamente, toda esa situación le generó muchísimos problemas, entró en una depresión muy grande, y un día lo despidieron, y allí el jefe le dijo: te despido porque no te sacaste la kipá.

Desde ya Inicia una demanda, y la gana, y Telefónica, además de pagar una determinada cantidad de dinero, tuvo que reconocer que había tenido prácticas de discriminación y antisemitismo.

¿Frente a todas esas historias y casos, cómo surge el tema del género?

Años más tarde, fui elegido delegado gremial, ya que me comencé a meter mucho en estos temas, no solo con los casos que involucraban a la comunidad judía, sino también a otros sectores, especialmente a las mujeres.

Antes de avanzar en ese tema, ¿fue sencillo armar el sindicato?

Para nada, de hecho desde que decidimos armar un sindicato, el Centro de Profesionales de Empresa de Telecomunicaciones, Telefónica comenzó a suspender a quienes estaban en ese armado, a negarles ascensos, y a hostigar a quienes se afiliaban.

Grabamos los hostigamientos, lo llevamos a la justicia, y la empresa despidió a uno de los miembros de la Gerencia que realizaba los hostigamientos, pero el caso siguió y, finalmente, el hombre que habían despedido decidió declarar a favor nuestro en la causa, logrando que la empresa sea condenada.

Volviendo al tema de género ¿cómo fue el proceso de trabajo para el libro? 

Muy similar al anterior, aunque centrado en la  discriminación de género en Telefónica, y donde tuve el honor de que la Dra. Dora Barrancos, escriba el prólogo. Es una obra que cuenta de un montón de casos, clásicos, casi de manual, de discriminación. De hecho, los casos son tantos, que lanzamos una segunda edición ampliada del libro.

Frente a tanto material, ¿por qué la literatura sobre el tema es tan escasa?

Hay poco material porque, en general, el temor a la represalia funciona como disciplinador. En mi caso, cuando comencé a involucrarme, en un montón de casos, y luego comencé a recopilar la información para los libros, desde la empresa me pidieron que no los publicara, planteando que iban a tomar represalias.

Los publiqué, y un día me allanaron la oficina donde trabajaba, se llevaron mi pc, y me acusaron de tener fotos de pederastía. Tuve que contratar un forense informático, un abogado, y finalmente, demostré en la justicia que las fotos no eran mías, sino que en los metadatos estaba el nombre de la persona que las había colocado y modificado, con lo cual la empresa perdió el juicio, y ahora le estoy haciendo una demanda por daño moral.

Luego de todo este trabajo, ¿algo cambió?

Yo sigo trabajando en la empresa, y entiendo que hay una intención de cambio, especialmente porque el colectivo de mujeres ha utilizado estos libros, y otros casos más, para presionar a la empresa, y de a poco podemos ver que hay más mujeres que ocupan cargos de jefatura y de gerencia, aunque todavía en la parte de dirección son pocas, porque el cieloraso de cristal sigue allí presente. Todo es parte de un proceso, pero creo que el avance, por la fuerza del colectivo de mujeres es creciente e irreversible.