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Se estrena La Hermandad, una película que invita a pensar sobre la infancia, la masculinidad y el sentido de pertenencia

El próximo jueves 10 de octubre se estrena La Hermandad, ópera prima del director tucumano Martín Falci, que retratra el último campamento de varones del Gymnasium, el emblemático colegio universitario público de Tucumán. Producida por Benjamín Ávila, director de Infancia Clandestina, y productor de Gilda no me arrepiento de este amor, entre otros films, La […]

El próximo jueves 10 de octubre se estrena La Hermandad, ópera prima del director tucumano Martín Falci, que retratra el último campamento de varones del Gymnasium, el emblemático colegio universitario público de Tucumán.

Producida por Benjamín Ávila, director de Infancia Clandestina, y productor de Gilda no me arrepiento de este amor, entre otros films, La Hermandad nos ofrece la posibilidad de vivir a través de los ojos de los niños de 10 años, que ingresan al colegio y viven el campamento por primera vez, los bautismos y rituales de un evento que es parte del imaginario colectivo de la provincia desde hace más de 50 años.

Para conocer algunos detalles más de este film que llegará esta semana a las salas comerciales de todo el país, Palabras dialogó con Martín Falci, su director.

¿Cómo surge el proyecto de realizar La Hermandad?

Yo fui alumno del Gymnasium, un particular colegio público para varones perteneciente a la Universidad Nacional de Tucumán, al que ingresé entusiasta a los diez años, y del que fui alumno durante ocho, hasta egresar. Durante todo ese tiempo tuve la obligación de asistir –y luego organizar- el tradicional campamento de fin de año, donde convivíamos durante una semana en carpas militares los 500 alumnos del colegio en la montaña, sin padres y con pocos docentes. Dejábamos de ser niños de ciudad con todas las comodidades, para ser jóvenes adultos con responsabilidades, decisiones propias y supervivencia.

Años después, ya estudiando cine, en materias como antropología, pero también en otras que nos proponían pensar en experiencias propias pasadas, siempre volvía a recordar el campamento, porque encontraba allí una idea de hermandad y de ternura, que convivía con otras cuestiones que me generaban muchas preguntas, ya que en el marco de un vínculo de mucho compañerismo y afecto, también había allí cierta violencia implícita, simbólica, o naturalizada que emergía en el trato, el lenguaje, la forma de jugar, siempre bajo la idea de una puesta a prueba permanente de la hombría.

Esa idea y ese interés de larga data, por otra parte, tomaron otra dimensión cuando la posibilidad de hacer el documental ya estaba muy avanzada, ya que un par de semanas antes de iniciar el rodaje, luego de años de una fuerte resistencia de alumnos y egresados, y en pleno cambio de paradigma mundial con el movimiento feminista, el colegio se hizo mixto, re-significando la película con la filmación de un acontecimiento histórico: el último campamento de varones del Gymnasium, un registro de algo que hoy ya no existe, y seguramente está mutando hacia un lugar mucho más complejo, interesante, y mejor.

¿Cómo fue el proceso de realización del film?

Como egresado del colegio conocía muy bien la dinámica, lo que implicaba estar en el campamento, y fue desde allí que me acerqué a los chicos que habían ingresado ese año, comencé a conocerlos y a decirles que iba a filmar un documental. Luego, una semana antes de salir a filmar escogí diez perfiles, que entendía representaban mi yo juvenil, y sus distintos estares, Todos sabían que iban a ser filmados, pero que la idea era que no hagan nada especial, porque realmente necesitaba captarlos con todo su nivel de naturalidad, de niños de 10 años, ingenuos y auténticos, que además estaban viviendo eso por primera vez, algo que entendía también me podía permitir generar más empatía con el lugar del espectador, con su punto de vista.

Obviamente nunca les dije que iban a ser los protagonistas, porque eso era algo que no sabía, que recién en el montaje se iba a determinar, y me parecía terrible decirle a un niño de 10 años que iba a aparecer en una película, y que después no sea así.

Entonces, entendiendo que en el montaje se iban a decidir muchas cosas, el rodaje fue un trabajo muy hermoso, muy humano, donde me acerqué a los chicos como lo que soy, un egresado que entendía la dinámica que se da en el campamento entre alumnos y pupilos, que es casi una relación de hermano mayor hermano menor, y  desde esa confianza fue que la cámara pudo acercarse, y acercarse cada vez más mientras ellos la iban prácticamente invisibilizando, al punto que al cuarto día de rodaje prácticamente todos se habían olvidado que estaba allí.

Y justamente, más allá de todas las cosas que le cambiaría a la película, creo que La Hermandad logra retratar algo muy genuino de la infancia, que fue posible por esos chicos y ese vínculo que armamos, que es lo más honesto que tiene la película.

Si bien tu cercanía con la historia fue clave para la realización, uno de los grandes hallazgos de La Hermandad es que al verla uno no necesita conocer el colegio, ni el campamento, ni la historia institucional para sentirse movilizado.

Creo que eso sucede porque el campamento es al mismo tiempo como una pequeña alegoría de la sociedad humana donde se encarnan diferentes caras de la vida: la responsabilidad, la bondad, la violencia, la ternura, la capacidad de organización, el deseo de poder y el liderazgo.

En esa línea una inspiración inevitable fue la novela “El Señor de las Moscas” (“Lord of Flies”, de William Golding, 1954), una historia que explora el hombre en la naturaleza, la civilización contra la barbarie, y pone a niños solos en una isla, exhibiendo la pérdida de la inocencia infantil, pero también, muchísimas películas de campamento, que son un sub género cinematográfico muy transitado.

Es una peli que puede interesarle a todos porque toca temas que todos entendemos, te muestra un grupo de pibes de 10 años que van al campamento, se divierte, la pasan medio mal, se incomodan, lloran, se emocionan, pasan realmente por muchos estadíos, que es algo muy propio de esa realidad, pero también es algo universal.

Por otra parte, la película elige no profundizar en lo particular, en el tema del colegio, no es una película institucional, porque me parecía fácil caer en el institucional como también en un folleto de denuncia marcando las cosas que a uno le parecen mal.

¿A horas de la llegada a las salas cuáles son tus expectativas con lo que puede suceder con la Hermandad?

Para mí este es un momento muy esperado porque entiendo que La Hermandad es un film que invita a pensar la cuestión masculina, la infancia, y el sentido de pertenencia pero sin darte nada masticado.

Al cine muchas veces se le piden mensajes, que te de la cosa masticada, y yo creo que este evento, como la mayor parte de las cosas que suceden en la realidad, no son tan simples de explicar.

Lo interesante de la peli es las sensaciones dispares que provoca, que hace que te enternezcas, pero luego te indignes, que te incomodes, te emociones, te rías, porque todo esto convive, y la idea es ver cómo y por qué conviven estas cosas.

Así que este momento, este de salir de Tucumán, y del círculo que ya tiene toda la información precargada sobre el colegio, el campamento, y ver qué pasa es muy emocionante para mí.