El próximo viernes 13 de diciembre desde las 18.00 hs, en el Hall Alfredo Alcón del Teatro San Martín, se realizará el Homenaje a Oscar Araiz, uno de los fundadores del Ballet del Teatro, referente indiscutible de la danza contemporánea, y el coreógrafo más importante de nuestro país.
El homenaje que comenzará con una entrevista abierta al coreógrafo a cargo de Laura Falcoff, culminará con el estreno del documental Escribir en el aire, de Paula de Luque, un viaje hacia los íntimos caminos subjetivos de la creación, la belleza y el movimiento, a partir de la obra de Oscar Araiz.
Para conocer algunos detalles más de ese film, y sus expectativas con la presentación Palabras dialogó con Paula de Luque.
¿Más allá de la importancia objetiva Oscar Araiz y su obra, por qué decidiste hacer un largometraje sobre él?
Antes de dedicarme al cine fui bailarina profesional, y tuve una carrera muy activa en la Argentina y el exterior. Entonces, una de las primeras razones para hacer esta película es la posibilidad de unir mis dos pasiones: la danza y el cine.
Además, más allá de que en todas mis películas siempre hay alguien que baila, y muchos dicen que mis puestas de cámara son casi coreográficas, esta película tiene como eje a una figura sumamente importante de mi vida anterior, algo que me permitió tomar muchísimas libertades creativas, y hacer cosas que hace mucho tenía ganas de hacer, como relatar en capas, por ejemplo.
En esa línea, la película, el modo en que la fui armando, está en sintonía una premisa que plantea Oscar en un pasaje, cuando dice: » La obra no existe, es un constante devenir de algo sin definición. Y esta película también es eso, no es un documental, sino una especie de fábula musical, que me permitió transitar todos esos procesos que son comunes al lenguaje de la danza y al lenguaje del cine.
¿En algún punto, aunque desde otro lugar, este proyecto también se conecta con tus trabajos iniciales en el campo de la videodanza?
Efectivamente, entre mi carrera como bailarina, y mi oficio de cineasta, el puente fue la videodanza, algo que descubrí en Francia cuando era muy joven, iba mucho a bailar a París, y me pasaba horas en la librería Shakespeare & Company mirando libros, porque no podía comprarlos todos.
Fue justamente allí, que un día descubrí un libro de un coreógrafo que hablaba de videodanza, un lenguaje coreográfico para el espacio audiovisual, ni una danza filmada, ni una película donde la gente bailaba.
Para mí, que siempre decía: «en algún momento me dedicaré al cine», todo eso abrió un mundo nuevo. Allí empecé a experimentar, hice 4 o 5 videodanzas, y luego ya me largué con un largometraje, fui deviniendo desde allí al cine.
Pero, en realidad, yo desde siempre creí que la danza y el cine tenían mucho en común, de hecho toda mi formación inicial fue en el Colón, pero un día vi El exilio de Gardel, la película de Pino Solanas, y no lo dudé, dije: “yo quiero hacer eso”, y colgué las puntas.
Así comencé a bailar con todos los grupos independientes habidos y por haber de la ciudad, hasta que di con Núcleo Danza, que fue mi gran casa creativa por más de 10 años, y en el medio de eso, una vez, vino Oscar Araiz a la platea. Al día siguiente me sonó el teléfono y me invitó a participar del Ballet del San Martín, donde estuve unos 3 años.
Por todo eso esta película me remonta mucho a mis orígenes, así como a Oscar también lo remonta a su primerísima infancia, porque al indagar desde dónde aparece esto que se escribe en el aire, que son los movimientos, lo primero que aparece en él son los dibujos, que son herencia de su madre.
¿Cómo fue que lograste correrte en el proceso de trabajo, con una historia tan rica como la de Araiz del registro documental más clásico?
Yo entiendo que el documental clásico es muy bueno, muy didáctico, y que está muy bien hacer uno si es tu objetivo, y comprendés que hay una cantidad de parámetros que tenés que respetar. En ese sentido, cuando hablamos de documental clásico, generalmente nos referimos a aquel donde la biografía está más expuesta: “Yo nací en tal lado, me crie en este otro, empecé haciendo esto, luego aquello”, pero donde también hay lugar para que surjan reflexiones como: «La obra no existe, es un constante devenir de algo sin definición”. Esa idea tan fuerte que, como te contaba antes, Oscar plantea en mi película. Yo entiendo que esa idea también la podría haber dicho en el otro formato, solo que en este caso yo elegí organizar el relato de otra manera, y opté por hacer una película con la estructura narrativa de la obra, de las coreografías de Araiz.
Realmente, entiendo que la película está muy embebida de lo que Oscar dice sobre el arte y la coreografía hoy, con una madurez artística que no es la de sus comienzos, sino aquella a la que llegó luego de haber recorrido un largo camino que le permite mirarse desde afuera, y también a mí, mirar a Oscar y mirarme mientras la película se mira a sí misma.
¿Y en este juego de miradas cómo entra la del espectador?
Todas las películas tienen ese lugar como último destino, sin la mirada del otro no existen, pero en este caso particular me inquieta especialmente saber qué pasará porque estoy en una etapa creativa de mucha libertad, con la contradicción que implica la necesidad de compartirla, y la adrenalina porque esa instancia llegue, pero sin dudas hay algo allí, en esto de mostrar un poco el alma, que a mí me fascina.
¿Qué Araiz nos muestra tu film?
Yo creo que nos devuelve un Araiz despojado de cualquier pomposidad, con una madurez creativa que le permite reflexionar sobre sí y sobre el mundo, sabio, sensible y hermoso. Yo lo veo así, es el protagonista de mi película, es mi personaje.
También un Oscar que se dejó dirigir muy bien, y con el que estoy profundamente agradecida. Él fue mi director, y aunque como es un grande seguramente no le fue difícil, a mí no deja de sorprenderme la manera en que se prestó a esta inversión de roles.
Oscar fue una especie de superyó, para todos los bailarines de mi generación, todos sabíamos que no era un chiste que esté Oscar en la platea. Entonces, muchísimos años después, poder acompañarlo, mostrar su obra, construir esta película juntos fue muy enriquecedor para mí, y tal vez por eso también me siento muy tranquila.
La veo, me veo, y veo a Oscar, a todo su universo, ahora hay que ver qué dice él, que no la vio todavía, que en este momento es algo que me interesa muchísimo.
Sobre Oscar Araiz
Coreógrafo y director, se formó en Danza Contemporánea y Académica. Fue uno de los fundadores del Ballet del Teatro San Martín y dirigió los ballets del Teatro Colón, Grand Théâtre de Ginebra, Teatro Argentino de La Plata y su propia compañía: el Ballet de Bolsillo. Presentó trabajos en las óperas de París, Roma, Berlín y en salas destacadas de Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Brasil y Chile. Entre sus principales trabajos figuran La consagración de la primavera, Romeo y Julieta, Magnificat, Sueño de una noche de verano, Adagietto, Los cuatro temperamentos, Boquitas pintadas, La cabalgata argentina, Rapsodia, Ástor y Tango (varias de ellas estrenadas por el Ballet Contemporáneo del San Martín), así como Les noces, El ruiseñor y Petrouska, del Tributo a Stravinsky/Diaghilev. Entre las muchas distinciones que recibió a lo largo de su carrera figuran los premios Rotary Club, Asociación de Críticos del Espectáculo, Asociación de Críticos de San Pablo, María Ruanova de la UNESCO, Asociación de Actores, Clarín, Konex y Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes. Dirige el Área de Danza de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y la carrera de Danza Contemporánea de la Nueva Escuela Arte XXI.