El próximo jueves 30 de agosto se estrenará en el Cine Gaumont espacio INCAA Con el viento, un film de la española Meritxell Colell Aparicio, que cuenta la historia del reencuentro de una madre y una hija que no logran comunicarse, y de una vida rural que desaparece.
Producción entre Argentina, España y Francia, la película, que marca el debut de Aparicio en la dirección cinematográfica, luego de una extensa trayectoria en montaje, reúne danza, documental y cine de autor para construir un relato sobre lazos familiares y las relaciones en un universo femenino.
Protagonizada por Mónica García, coreógrafa y bailarina de danza contemporánea, junto a Concha Canal, que debuta como actriz a sus 88 años, Con el viento tuvo su estreno mundial en la 68° edición del Festival de Berlín, donde fue aclamada por la crítica.
Para conocer algunos detalles más de esta historia Palabras dialogó con la directora del Film.
¿Cuáles son tus expectativas con el estreno de la película en Buenos Aires, una ciudad, que de alguna manera, es también parte de la trama?
Realmente estoy muy ilusionada con el estreno de la película porque Buenos Aires es una ciudad muy importante para mí, donde tenía muchas ganas de compartir lo que he realizado, y en la que además he vivido, porque allí 2005 tuve la oportunidad de venir a estudiar en la FUC (Facultad de Cinematografía), la idea era quedarme un semestre, y me terminé quedando 3 años.
En ese sentido, por un lado siento que esta ciudad es mi segundo hogar, pero también, ya en relación a la trama, fue aquí donde experimenté aquel sentimiento tan difícil de explicar con palabras relacionado con el tránsito y la dicotomía entre el desarraigo y la construcción de una vida nueva.
En ese sentido la película nace de un doble deseo: el de retratar el pueblo de mi familia materna y un modo de vida que desaparece con ellos, pero también el de tratar de encontrarle una forma a esas emociones que uno transita tanto cuando está lejos, cuando siente esa especie de desarraigo, pero también cuando retorna. Por eso yo siempre digo que es una película que no está basada en hechos reales, pero sí en emociones reales, tanto mías como de las protagonistas, de Mónica García y Concha Canal, que comparten muchísimas cosas con los personajes.
Dos actrices que supusieron además una gran apuesta de tu parte ya que este es su primer trabajo cinematográfico ¿Qué te motivó a elegirlas?
Por un lado, me parecía muy bonito, y ahora que la he terminado aún más, ese compartir la primera vez. El cine se crea en diálogo, se comparte, es algo abierto que depende de todas las personas que forman parte, y me parecía bonito jugar con eso, con la primera vez de las actrices, con mi primera vez como directora. También me parecía esencial que los personajes no fuera arquetípicos, sino que hubiera algo de verdad en ellos, y por eso quise sumar personas que hubieran vivido y compartieran la forma de ver el mundo que planteaba esta historia, porque mi experiencia del desarraigo tampoco es tan amplia, y tanto Mónica como Concha le podían dar esa verdad.
¿Y qué pasó con el guion en esa aventura de abrirse al aporte del otro?
Desde el inicio, la película estaba planteada como una ficción abierta, porque aunque teníamos un guion súper detallado, de 150 escenas, que eran muchas, también teníamos mucho tiempo. Éramos un equipo muy pequeño de 7 personas, de 7 técnicos, más las actrices, y teníamos 3 semanas de rodaje, lo que nos dio una gran flexibilidad para ir reescribiendo.
Las actrices no tenían guion, porque la idea era encontrar la esencia de lo que estaba escrito pero a partir de sus palabras y de su lenguaje corporal, así que el trabajo de guion no se cerró hasta que no se cerró la película, sino que se reconstruyó en rodaje, en montaje, siempre moviéndonos entre la precisión de ciertas atmósferas y momentos que queríamos encontrar, y la libertad de las actrices de ponerle cuerpo y palabras.
¿Y en relación al resultado final, crees que resultó una película nostálgica?
Creo que lo que tenía escrito era mucho más nostálgico que lo que acabó siendo la película. Es una película realista que plantea una reconciliación, la reconciliación posible entre dos mundos separados por brechas, pero también unidos por lazos.
Hay una escena, aquella donde recogen los objetos de la casa familiar, donde creo que se ve claro ese pasaje entre lo nostálgico y lo realista, porque yo tenía escrita la escena desde la visión de la nieta, que siente mucha nostalgia por dejar atrás la casa familiar, pero Concha, con su forma de ser y de hacer, terminó imprimiéndole mucho realismo y practicidad: “Para qué queremos todo esto, hay que tirarlo, se terminó una etapa y empieza otra, y en la nueva no hay lugar para esto”, fue su planteo.
Yo creo que los jóvenes necesitamos muchas veces ciertos objetos para anclarnos en historias que son nuestras, pero que no hemos vivido concretamente, y en los mayores, como está la experiencia vívida, todo está en ellos, en su cuerpo, creo que eso fue una de las grandes cosas que aprendí haciendo la película.
¿Por qué elegiste esta historia para pasar de la edición a la dirección?
Siempre supe que en algún momento iba a dirigir, pero me ha costado mucho tomar esta decisión, como editora me sentía muy bien, pero este pasaje fue realmente una necesidad. Cuando en 2005 vine a Buenos Aires, mi abuelo había muerto poco tiempo antes, entonces al volver a Barcelona sentí la necesidad de retratar esa realidad de los abuelos que desaparecen, y de ahí surgió el deseo de hacer esta película y de dirigirla, desde un lugar muy personal que tiene que ver con lo más esencial que son los vínculos afectivos.
Y pese a ser tu primer proyecto tomaste decisiones arriesgadas en torno al manejo del sonido, del tiempo, etc.
Es que antes que una narrativa clásica lo que busqué con la película fue que el espectador pueda sentir, sentir el frío, sentir el silencio, para habitar la experiencia de estos personajes, y en esa búsqueda el sonido, y la fisicalidad son elementos claves.
En cuanto a los tiempos, creo que cuando uno hace una película sobre volver al pueblo inevitablemente debe cambiarlos, en general vivimos en ciudades abrumadoras, que van muy rápido, donde uno no tiene el tiempo de parar, de pensar, de revisitar, y esta película trata sobre eso, sobre otras formas de transcurrir. Por otra parte también me parece una acto político que el cine sea ese lugar en el que uno puede recuperar el tiempo necesario para vivir.
¿Cómo te sentís con la recepción que ha tenido el film hasta ahora?
La verdad que ha sido un proceso muy bonito, uno tiene siempre mucho miedo porque es como una criatura a la que querés mucho, pero no sabes cómo la van a ver los otros, pero la recepción que tuvimos en Berlín, y en todos los lugares en que hemos estado ha sido muy buena, no solo por las críticas, sino por todo lo que ha generado, al punto que hemos llegado a tener diálogos de 2 horas en algunos festivales, algo que es muy enriquecedor, porque cada punto de vista que uno recibe es un aliento más para seguir haciendo cine, y porque al final, lo bonito del cine es como los otros lo conectan con su propia experiencia.
En principio además, yo creía que esta era una película difícil, que no iba a conectar rápidamente, y he recibido todo lo contrario, que cada uno que la ve encuentra un punto de anclaje en ella, ya sea porque es una madre que tiene a su hijo lejos, o una persona que está lejos de su casa, etc.
Entiendo que ya estás embarcada en un nuevo proyecto
Sí afortunadamente ya estoy trabajando en una nueva película, que sigue con el personaje principal de esta, que es Mónica, y que cuenta la historia de su regreso a Argentina embarcada en una gira de danza con su pareja. Durante esta gira está por un lado la crisis de pareja, luego de aquella vuelta al pueblo, y también la confrontación de dos culturas, la que viene del mundo contemporáneo y la que viene de todo el mundo andino. En con el viento dejamos a Mónica en plena transformación, en pleno cambio, y aquí seguimos con ese cambio en tierras argentinas y chilenas.