Actor, director teatral y dramaturgo, con más de 46 años de trayectoria, Oscar Martínez está atravesando uno de los mejores momentos de su carrera, donde el reciente galardón como Mejor Actor en el Festival Internacional de Cine de Venecia por su actuación en la película El ciudadano ilustre, encuentra su punto más alto.
Amante de su profesión, y profundamente reflexivo, hace pocas semanas presentó el libro Ensayo General. Apuntes sobre el trabajo del actor (Emecé). Allí expone con detalle y clara intención pedagógica sus ideas sobre la actuación, brindándoles a los actores, a los aficionados a las artes del espectáculo, y al trabajo creativo en general, un compendio de pensamientos, técnicas y consejos.
Para conocer algunos detalles sobre la obra, e indagar en su universo creativo Palabras dialogó con Oscar Martínez.
¿Cómo nace la idea de escribir Ensayo General?
En principio me gusta mucho escribir, ya escribí tres obras de teatro, y este es mi primer ensayo, aunque mi idea de escribir sobre el trabajo es muy antigua, te diría que viene desde mis comienzos en la profesión, y un exceso de pudor, razonable por otra parte, hizo que no lo hiciera.
Obviamente, no es que a los 20 años pensaba escribir un libro, pero sí en tomar apuntes, y generar reflexiones acerca de la profesión, algo que empecé embrionariamente y luego dejé. Desde ahí viene esa idea, ese deseo de escribir esta obra, algo que finalmente pude hacer en 2012, cuando de manera inesperada tuve un espacio, unas vacaciones forzadas por la cancelación del rodaje de una película, que me dejaron con meses por delante y sin trabajo.
Entonces, como una manera de tramitar un poco la frustración que eso me produjo, y cumplir aquel deseo que venía de hace mucho tiempo atrás, me senté a escribir Ensayo General, casi en un 80 %, y el año pasado lo completé.
Desde el prólogo, y en cada entrevista, destacás que el libro tiene una intención pedagógica, y que las anécdotas sobre tu experiencia concreta, están solo a modo de ejemplos, entonces, ¿se puede aprender a ser actor?
Es difícil resumir en pocas frases un tema sobre el que en el libro trabajo en más de 150 páginas, no obstante, sí puedo decirte que creo que el talento es siempre un don natural para el artista. Cualquiera puede ir a estudiar piano, y va a terminar tocando el piano, es un aprendizaje técnico, finalmente uno tocará mejor, tocará peor, pero lo hará. Lo cierto es que no vas a ser Arthur Rubinstein, ni Keith Jarrett porque vayas a estudiar.
El estudio te permite, en primer lugar, aprender lo básico, aquello que necesariamente debés saber. Luego, también te permite no depender enteramente de la inspiración. Pero el talento, si bien se pule y se perfecciona, es natural.
Yo en el libro pongo el ejemplo del diamante, que en principio, hasta que se lo pule, no se diferencia del canto rodado. Eso sí puede hacer una buena formación, pero lo que de ninguna manera puede darte es talento cuando no lo hay.
Ahora bien, con un talento escaso, con un instrumento con limitaciones, si adquirís técnica y formación podés obtener mucho más de lo que obtendrías sin ellas. Eso también es cierto, por lo que nunca está demás una buena formación.
¿Y en esa conjución entre talento natural y herramientas adquiridas, finalmente qué es la actuación, un oficio, una profesión?
Yo siempre la viví como una profesión, espero que no suene presuntuoso, pero así lo aprendí. Profesión viene de profesar, y yo creo que todo artista, y aún todo aspirante a artista, profesa, práctica una fe. Un elemento que, además, es muy necesario para crear realidades imaginarias, porque si yo no creo difícilmente el espectador pueda creer.
¿Cómo entran en esa ecuación los condicionamientos de la industria del espectáculo?
Ahí creo que hay elecciones personales, yo siempre quise ser profesional en el mejor sentido del término, estar en el circuito profesional, en las grandes ligas, pero siempre entendí que hay distintas maneras de estar, depende de los contenidos, del talento, y de cuánto estés dispuesto a negociar, consensuar, o ceder en función de los gustos de tu época, de las necesidades comerciales, de tus necesidades económicas.
Yo lo he hecho a mi manera durante 46 años, y hasta ahora no tengo nada de qué avergonzarme en relación a esta profesión. Obviamente, hice cosas que me gustaron más que otras, pero si algo decididamente no me gusta, no lo hago. Nunca privilegié la necesidad económica.
Ciertamente, eso fue posible porque afortunadamente siempre tuve mucho para elegir, tuve la suerte de ser muy convocado desde muy joven, de tener siempre tres o cuatro proyectos, y poder elegir en función de los contenidos, de quién lo hacía, de quién dirigía; una gran cantidad de factores que hacen a la calidad de un producto cultural.
Siempre puede suceder que alguien que decida vivir de esta profesión, y no tenga muchas alternativas, termine por privilegiar sus necesidades primarias, antes de dedicarse al arte por el arte, y eso tampoco está mal.
¿Qué pasa con el éxito y el fracaso, que de alguna manera también limitan o potencian esas posibilidades de elección?
El intérprete, sea un músico, un bailarín, un actor, no puede apelar a la posteridad, tal vez pueda hacerlo un autor, un compositor, un escritor de novelas. Aunque en realidad creo que nadie escribe para ser considerado después de su muerte, pero, en última instancia, como hubo algunos autores que fueron valorados en toda su magnitud después de su muerte, el propio Shakespeare inclusive, tal vez un autor puede. En el caso de un intérprete su arte muere con él. Por otra parte, es cierto que aquí, buena parte de las posibilidades de trabajo tienen que ver con el éxito, con que lo que hagas guste y sea aceptado por los demás.
Igualmente hay personas, a las que admiro profundamente, en las que lo vocacional prima, que les puede ir mejor, o peor en determinados momentos, y que aunque hayan aspirado a mayor éxito, no dejan de trabajar y encontrar placer en la profesión.
Pero esos vaivenes no son el fracaso. El fracaso es terminal, y en el caso de un artista, como decía Sábato, es trágico. En otras profesiones puede ser doloroso, pero en el caso de un artista es trágico porque el artista se juega la vida en eso.
Para mí la actuación es un modo de vida, no un medio de vida, más allá de que sea también mi medio. Entonces, uno se juega eso, y cuando te ha ido decididamente mal, es muy doloroso, supongo que uno tendrá que reinventarse a tiempo para no malograr su existencia y convertirla en una experiencia solo frustrante o sufriente.
¿Alguna vez sentiste que estabas frente a esa disyuntiva?
Yo me casé muy joven, a los 21 años, y a los 31, 32 ya tenía tres hijas, y si bien trabajaba, y ya había hecho cosas importantes, La Tregua, entre otras, la instalación definitiva y el logro de cierta especie de consagración no había llegado. En ese momento me dije: si esto no ocurre dentro de x tiempo, ya no voy a pasarla bien, y no voy a hipotecar la vida de mis hijas por mi capricho vocacional, y eso que me iba bien, pero siempre fui muy exigente, entonces si la consagración no se producía probablemente hubiese ido por otros caminos.
¿Retomando el universo pedagógico, a la hora de iniciar un camino de aprendizaje, hay grandes diferencias en aquello que demanda el teatro frente al cine?
Yo creo que en la formación, no. Hace poco Majul me preguntó algo por el estilo y le dije: vos haces radio, televisión y escribís en La Nación. En los tres medios haces periodismo. Obviamente, cada medio impone ciertos condicionamientos, tiene sus propias leyes, pero básicamente el trabajo es el mismo. Con el actor ocurre lo mismo, los cimientos del trabajo, lo importante, no cambia.
Eso no implica desconocer que la cámara tiene la capacidad de captar hasta el más mínimo estremecimiento o pensamiento en tu sensibilidad o tu cabeza, es como que te lee detrás de los ojos; y por más que estés muy bien ubicado en un teatro, siempre el actor estará más lejos, y dependerá de su capacidad hacer que eso mismo que experimenta un personaje en el cine, si lo tiene que hacer en un teatro, produzca en el espectador el efecto de un primer plano.
La expresividad en teatro y cine son diferentes, pero, esencialmente, lo que produce la expresión es lo mismo: un suceso interno. Entonces, los elementos con que trabajás son exactamente los mismos.
A partir de ahí, en teatro yo puedo tener, tal vez, un gesto grandilocuente: mover la cabeza, alzar el brazo, algo que si hago en un plano corto de cine es como darle una patada en la cabeza al espectador. Pero el trabajo del actor es el mismo, porque uno no tiene otras herramientas, y casi instintivamente se coloca en el plano que demanda cada medio.
Por todo eso también creo que las composiciones en cine tienen mucho riesgo, se te notan mucho los piolines; en teatro no digo que sea fácil, pero en cine, por esta peculiaridad que tiene la cámara, y el tamaño de la pantalla, el riego es mucho más grande.
En esa línea, alguna vez dijiste que siempre intentás ser un actor económico y que los actores pirotécnicos no te gustan
Claro, pero con económico no me refiero a un actor con expresiones chiquitas, sino a lo económico como lo verdadero. Cuando veo a alguien que bombea la expresión le dejo de creer. Eso no es necesario. Yo he observado a los grandes, todas las veces que pude, y en general no son grandilocuentes ni excesivos, sino verdaderos.
¿Cómo se hace para conjugar sin contradicciones el rol de actor y el de director?
Yo empecé a dirigir después de muchos años de profesión, y me hizo muy bien. Cuando trabajo como actor logro ponerme en mi rol, y tratar de comprender lo que el director quiere. Obviamente, con la salvedad, de que a mí como director no me gustan los actores dóciles, me gusta el que propone, el que tiene algo para ofrecer, y yo como actor soy así.
No es que simplemente me dicen caminá con las manos, voy y camino con las manos. Trato de comprender, pregunto por qué, y propongo. Y en general, cuando un actor protagoniza en cine o en teatro, los directores tienen en cuenta eso, y te escuchan, te preguntan, tratan de consensuar.
Muchas veces, circula la idea errónea de que el actor frente al director tiene una docilidad absoluta, como si fuese una especie de marioneta humana, y esto no es así. De hecho, un mismo personaje, con otro actor, se hará de otro modo, cumplirá con las condiciones esenciales, pero cada uno le pondrá su sello.
En los protagónicos importantes de cine, en general, el director siempre trata de consensuar con uno, se conversa sobre todo, desde cómo plantear la escena, hasta cómo plasmarla en términos visuales. Obviamente, la última palabra la tiene el director y eso es algo que yo respeto a rajatabla.
Sos autor de tres obras de teatro, y ahora presentas este ensayo. ¿Sin embargo, la actuación como destino o tema siempre está ahí, te interesaría ir hacia otros universos, dedicarte a la narrativa, por ejemplo?
Podría ser, en el bolillero eso está, pero no sé, por ahora son fantasías. Sí deseo que este libro realmente funcione porque está destinado a actores jóvenes y aficionados, me generó un inmenso placer hacerlo, y me gustaría que mueva un poco las aguas, y que le llegue sobre todo a los chicos, que hoy, lamentablemente, tienen bastante poco para leer.