Desde el 16 de agosto en el cine Gaumont, y en simultáneo en Cine.ar Play se presenta Regreso a Coronel Vallejos, el documental de Carlos Castro que indaga en los fantasmas, la tensión y el devenir de la relación entre Manuel Puig y su tierra natal.
Si bien Manuel Puig nació en General Villegas, todo indica que cuando escribió sobre Vallejos, el ficcional escenario de sus dos primeras novelas, Boquitas Pintadas y La traición de Rita Hayworth, estaba trabajando sobre las vivencias personales en su tierra natal. Presunción no solo de la crítica especializada, sino especialmente de los vecinos de aquel pueblo del interior bonaerense, que no dudaron en repudiar públicamente, allí por los 70, las obras del escritor.
Hoy, 50 años después de aquellos turbulentos días, Castro, también oriundo de Villegas, vuelve sobre esa historia en este documental, que lejos de reflejar el pasado, también se ocupa del presente, de los prejuicios y la memoria, poniendo como eje de ese recorrido a Patricia Bargero, bibliotecaria y responsable del redescubrimiento villaguense de Puig desde los 90, dueña, además, de una historia, “trágica y maravillosa”.
Y es que Patricia, definitivamente la coprotagonista de esta historia, descubre a Puig después de un accidente que la dejó en silla de ruedas para siempre, ocurrido allí por los 70, cuando regresaba a Villegas para repartir las participaciones de su cercano casamiento.
En ese momento, ella era una joven bibliotecaria que desconocía la historia de Puig. Hoy habita la casa natal del escritor, es conocida en el pueblo como “la viuda de Puig”, y es una experta en su obra. Y de ese camino también habla Regreso a Coronel Vallejos.
Para conocer algunos detalles más de este material imperdible y multipremiado Palabras dialogó con Carlos Castro.
¿Cómo nace Regreso?
Realmente hace mucho tiempo quería hacer un documental sobre Manuel Puig. Yo soy de General Villegas, nacido y criado allí, y desde muy pibe había escuchado hablar de él, porque siempre en alguna sobremesa, o en algún evento, había una tía que decía: «Este desgraciado que escribió esas cosas», y otro familiar que respondía : «No!! Si Puig tenía razón», discusiones que aunque no tenían un nivel de polémica al estilo peronismo anti peronismo, evidentemente quedaron resonando en mí.
Así, allí por 2010, cuando ya estaba terminando un par de biografías documentales, y un poco cansado porque las biografías tienden a ser muy totalizantes, entendí que lo ideal para poder hacer algo en relación a Puig era focalizar el documental en la tensión que existía entre él y el pueblo, la que se generó especialmente a partir de sus dos primeras novelas. Una historia que me parecía interesante, sugerente y posible, porque, sinceramente, hacer una biografía de Manuel, más allá de mi cansancio, implicaba recorrer el mundo, o comprar los derechos de más de 50 películas para reflejar su pasión cinéfila, claramente algo imposible sin robar un banco.
¿Y decidido el eje, cómo aparece Patricia, como guía de esa historia?
En las pascuas de 2010 viajo a Villegas, ya con la línea de tensión en la cabeza, y allí casualmente me reencuentro con ella. Yo la conocía de pendejo, aunque había tratado muy poco, pero sabía de su historia, porque era algo de lo que hablaba todo el pueblo, y no lo dudé: Patricia era la mujer para el documental de Puig, una persona muy fuerte, que tenía todos los condimentos de las mujeres de los libros de Manuel, dueña de una historia trágica y maravillosa, y obviamente, con una relación especial con Puig al punto que hoy vive en la que fue su casa, difunde su obra, y en el pueblo la apodan la viuda de Puig.
Igualmente, como en realidad ella nunca lo conoció, todo tenía algo de arbitrario, pero una vez que convencí a Gustavo Alonso, con quien escribimos el guión, todo funcionó, y fiel a aquella intención inicial Regreso a General Vallejos no es la biografía de Patricia, no es la de Manuel, y tampoco es la del pueblo, sino tres relatos que se yuxtaponen armando una historia coral.
¿Y cómo estructuraron el material para que el proyecto no se desborde?
Cuando hacés un documental todo se desborda, y está bien que eso pase, pero para ordenarnos lo que hicimos fue dividir bastante bien los personajes, con una estructura clara, que diferenciaba los que habían conocido a Manuel, amigos, personajes de su infancia; a los personajes contextuales: un cura, un pastor, un médico, un mozo del boliche más popular del pueblo, que lo que hacen es construir muy bien el lugar; y por otro estaba Patricia, como elemento neurálgico.
También tuvimos la fortuna de haber contado con hallazgos de archivo muy interesantes, mucho material del pueblo, de la época en que Manuel vivía allí, y también un material inédito que se llama identikit, que hizo Felisa Pinto, para la televisión argentina y nunca salió emitido, donde Puig habla de Boquitas Pintadas y la Traición de Rita, allí por el año 1973, 1974, cuando ya se estaba yendo de Buenos Aires amenazado por la Triple A. Todos esos elementos fueron muy importantes no solo para reconstruir, sino especialmente para legitimar, construir y anudar la relación de Manuel con Patricia, hasta el punto que hay pasajes donde realmente parece que Puig le habla a ella.
¿Y en la reconstrucción de esa relación de tensión, pero también a partir de tus vivencias, porque finalmente vos también sos de Villegas, qué cambió y que continúa de aquello que Puig retrató?
Yo supongo que en los años 40, cuando a Manuel le tocó crecer allí, la cosa era más difícil, igualmente, en términos estructurales, creo que el pueblo mucho no ha cambiado porque entiendo que es una matriz que viene dada por la organización que genera el trabajo rural, un trabajo que hasta hoy sigue siendo esencialmente masculino, y que genera otro tipo de relaciones entre varones y mujeres, con una presencia muy grande del machismo.
Yo, por mi parte, creo que tuve una infancia hermosa, una hermosa adolescencia, pero el documental no es una película condescendiente, de hecho, cuando la pasamos en Villegas en 2016 estaba aterrado. Era el cine al que yo iba, pero fundamentalmente al que iba Puig, y estaba lleno, tanto que pensaba: ojo que en cualquier momento salimos rajando!, pero, finalmente eso no pasó, y la película le gustó mucho a la gente, seguramente, también, porque todos los generacionalmente ofendidos hoy ya están muertos.
Igualmente, eso no implica que Puig sea el Che Guevara del pueblo, ni que los estancieros anden con su cara estampada en las camionetas. Antes y ahora, reivindicar a Manuel Puig es de alguna manera intentar desterrar prácticas muy reaccionarias y machistas que aún existen en los pueblos, tal vez mucho más que en las ciudades grandes, porque en la ciudad con el anonimato todo es más careteable.
Y, obviamente, casi sin darme cuenta fui también armando un regreso yo, intentando poner un espejo en lugares que siento aún requieren ser reflejados, aunque creo que esas sombras no son exclusivas de Villegas, sino que están presentes en todos los lugares pequeños de aquí, de la China o de Australia.
Puig decía que con la mujer pasaba lo mismo que con los géneros menores, se gozaba con ellos pero no se los respetaba, por eso entiendo que ,finalmente, reivindicar a Puig, es reivindicar al débil, a la mujer, pero también al raro, al diferente.