Raúl Becerra, Carlos Abrevaya, Jorge Guinzburg, Adolfo Castelo y Nicolás Repetto fueron, entre 1986 y 1989, los padres de un fenómeno que cambió la televisión argentina: La Noticia Rebelde, una genial combinación de periodismo, humor y política.

Sobre la historia de ese programa, su génesis, trayectoria y legado indaga La Noticia Rebelde – Una biografía, de Grupo Editorial Sur, obra del periodista Diego Igal, quien ya en 2013 había publicado la primera historia completa de la revista Humor Registrado.

Para conocer algunos detalles más de este libro que rescata del olvido a un hito del periodismo televisivo en Argentina, Palabras dialogó con el autor.

 Aunque luego de tu libro sobre la revista Humor parece hasta natural que hayas encarado este proyecto, ¿cómo fue que nació la idea de realizar este libro sobre La Noticia Rebelde?

Si bien es cierto que los libros a veces surgen de manera disparatadas -de hecho, el libro sobre Humor se me ocurrió un día en la Biblioteca Nacional trabajando sobre mi inquietud en torno a las relaciones entre el humor y el periodismo cuando encontré un aviso de la revista en el diario La Nación- en el caso de este libro sobre La Noticia Rebelde la idea surgió a partir de una propuesta del director de Editorial Sur.

Él es un fanático del programa, y para mí fue una oferta irresistible, porque ya había hecho el libro de Humor, claramente esos cruces entre humor y periodismo constituyen una cuerda que me interesa mucho, y siempre sentí una gran admiración por todos lo que hacían la Noticia Rebelde, veía el programa, y aunque algunos recuerdos eran difusos, el proyecto era algo a lo que, insisto, no me podía resistir.

¿Sabías en ese momento lo difícil que era dar con material del programa?  

Cuando acepté el proyecto intuía que faltaba material, lo que no sabía era la enormidad de material que faltaba.

En el canal prácticamente no había nada, las cintas en que se hacía se regrababan, porque eran muy caras, y mucho material de archivo se robó, y se vendió, en distintas épocas, pero centralmente durante los años del menemismo. Así que hasta que llegó el kirchnerismo y comenzó a poner un poco en orden el archivo de la TV Pública. Lamentablemente desapareció un montón de material.

Todo eso habla también de la falta de visión que había, es increíble que a nadie se le haya ocurrido decir: “guardemos esto que puede ser interesante”. El caso de La Noticia Rebelde no es aislado, hay un montón de otros programas sobre los que no hay nada, como Historias de la Argentina Secreta, Planeta Tierra de Mario Grasso, los programas de Polosecki … muchísimos sobre los que no hay nada.

Así que lo que me quedó a mí fue cirujear entre los canales de Youtube que suben material de archivo, y buscar el poco material que tenían algunos de los que habían sido parte del programa: Raúl Naya, su productor histórico, me pasó cuatro programas, Raúl Becerra otros tantos, pero bajo ningún aspecto pude juntar todo el material que hubiera deseado. La Noticia Rebelde era un programa diario, así que estamos hablando de uno mil programas emitidos por lo menos.

¿Eso te cambió el plan de trabajo?

Un poco, porque mi idea inicial era ver la mayor cantidad de material posible, y luego hacer las entrevistas. Desde el vamos no quería que fueran tantas como las que hice para el libro de Humor, porque se te abren demasiados paréntesis y es interminable, y quería que se apoyen sobre el material porque la memoria de los entrevistados funciona mejor si uno los ayuda con algún soporte, porque los recuerdos muchas veces son selectivos, la memoria agranda algunas cosas y achica otras.

Igualmente con el libro sobre la revista Humor también me sucedió algo similar, porque la colección completa no estaba en las hemerotecas públicas más grandes de la Argentina, la de la Biblioteca Nacional y la del Congreso. Ahora en la Biblioteca Nacional sí está, incluso digitalizada, pero no está disponible para consulta externa. Esto es lo que pasa con la memoria en la Argentina: le rendimos culto a la nostalgia pero preservamos muy mal.

¿Estas ausencias implicaron cierto peso o responsabilidad a la hora de encarar el libro?

No, para nada. Me interesa aclarar y difundir esas circunstancias porque mucha gente desconoce cómo se preserva el material en Argentina, pero en relación a la obra siempre digo que este es un libro posible, y que desde ya son bienvenidos otros. Este es el que yo pude hacer con el material que había y con la gente que había.

¿Y en ese hacer cuáles crees que fueron las claves de la Noticia Rebelde?

Yo entiendo que el programa se apoyaba en tres pilares: primero el talento que tenían quienes lo hacían, el talento y la audacia. Luego, el momento del canal, que estaba en una etapa de efervescencia creativa y de producción muy importante; y finalmente, el momento del país, el destape cultural, social, la libertad, las ansias de expresarse.

Un contexto donde además de la relación entre el periodismo y el humor La noticia supo explorar a fondo el juego con la política también.

Eran los primeros años de la democracia y los políticos se tenían que hacer conocer, la gente no estaba familiarizada con el funcionamiento del Congreso, por ejemplo, y el programa tenía una sección que se llamaba Los Congresales, que recreaba una sesión parlamentaria, donde los políticos actuaban.

También todos los dirigentes iban a las entrevistas, y creo que prestarse a las entrevistas de Guinzburg los humanizaba, porque además eran entrevistas que rompieron el molde de la entrevista concesiva, de la entrevista cómoda.

Yo creo que en relación a la política, y a muchos otros temas, La Noticia fue un programa que rompió muchos cánones de la televisión de ese entonces, e hizo escuela para la televisión que vino después, con referencias obvias como Caiga quien Caiga, pero también con eco en programas como A la cama con Moria, donde iban los políticos, o el programa de Tinelli, que no era tan político, pero comió de La Noticia aquello de las notas disparatadas en la calle.

La Noticia Rebelde demostró que en la televisión se podía hacer cualquier cosa, que lo que faltaba era creatividad y talento. Recordemos, por ejemplo, que en el tercer año ingresa Juana Molina, y empieza a burlarse del lugar que tenía la mujer en los medios en ese momento, con programas como Utilísima donde se la subestimaba; o que Carlos Abrevaya, en el año 87, hizo una editorial muy recordada que postulaba muchas de las cosas que se discutieron 30 años después con el debate en torno a la Ley de Servicios Audiovisuales, así que, en muchas cosas, realmente fueron adelantados a su tiempo.

Becerra, por ejemplo, era un tipo que si vos eras talentoso te abría el espacio, entonces cuando cayó Daniel Aráoz y le propuso hacer un esquivador de personas, un tipo que iba por la peatonal Florida esquivando gente, le dijo: dale hacelo. Yo creo que si hoy voy a un canal a proponer eso no me dejan pasar ni la entrada.

¿También con una sección como Pasando revista se animó a disputarle cierta centralidad cultural a la gráfica?

Pasando revista nació precisamente para devolverle a la prensa gráfica las críticas que desde allí le hacían a la tele y a la radio. Fue un segmento que arrancó en Semanario Insólito, y que ahora se hace en radio, en tv, en las redes incluso, aunque de una manera chismosa, mientras que en La noticia efectivamente se apuntaba a realizar una crítica comunicacional, ensañándose mucho con Cosmopolitan, Para Ti y compañía, que subestimaban a la mujer, o con esas notas que hacían un despliegue inusitado de cosas de la farándula.

¿Sobre qué temas sentís que no pudieron hablar?

Tenemos que ubicarnos en esos primeros años de democracia, donde se buscaba cuidar al Presidente y al Gobierno de los embates de los carapintadas, y del poder económico, por eso entiendo que hubo temas con los que ellos prefirieron no meterse, como el de los desaparecidos, de los carapintadas, recordemos que hubo dos levantamientos en la etapa que se emitió el programa.

Luego, aunque al principio hubo alguna timidez para criticar al gobierno y parodiarlo, después se fueron aflojando, y cuentan que Alfonsín era un fanático del programa. Así que en términos generales no hubo grandes temas ni de censura ni de autocensura.

¿Y por qué crees que luego de tres ciclos vino ese final tan abrupto?

Porque cambió el gobierno, vinieron nuevas autoridades, y cambió la onda de la programación, se buscó una tv más popular, el canal tenía mucho déficit, y luego vinieron las privatizaciones. Fue un final traumático porque fue abrupto, La Noticia termina un 28 de junio, y Menem asume el 8 de julio, se fueron refunfuñando, les hubiera gustado otro tipo de salida, pero también es cierto que ese programa en el menemismo hubiese sido imposible.

Más allá de los ecos que quedaron en los programas que antes mencionabas, ¿qué hay en la televisión de hoy de La Noticia Rebelde?

Hoy en la tele abunda el panelismo, el hablemos sin saber, la discusión, la grieta, la explotación de la grieta y del antagonismo.

Esa era una televisión que apostaba a otra cosa, a la creatividad, al pluralismo, al humor bien entendido, por eso creo que La Noticia Rebelde es irrepetible y no hubo otro programa igual.

Hacia adelante, por otro lado, también lo veo difícil, pero definitivamente no encuentro en la tv de hoy una herencia de La noticia, un programa donde, insisto, se trabajaba mucho, con mucho talento y mucha audacia.

Hoy no veo ni que se trabaje mucho, ni creativamente, ni con audacia. Puede sonar nostálgico, y ojalá haya algún ejemplo que me lo desmienta, pero finalmente debemos pensar por qué la gente está dejando de ver tv abierta, o por qué se vuelca a la ficción, tal vez algo que ver tenga que el periodismo en la tele actual es, por lo menos, bastante lastimoso.

 

Sobre la Obra
Ya desde su título —parodia de una famosa película norteamericana— La Noticia Rebelde fue un programa transgresor, inteligente, provocador, distinto. Por eso, es más que oportuna la minuciosa investigación que realizó Diego Igal. Presentada como completo documento periodístico se lee también como historia novelada de un tiempo, me atrevo a pensar, irrepetible.
También es justa, necesaria y reparadora la tarea porque viene a suplir la casi total ausencia de material televisivo. En tiempos de crisis aquellos talentosos rebeldes (personajes todos, empezando por
Raúl Becerra, Adolfo Castelo, Jorge Guinzburg, Carlos Abrevaya, Nicolás Repetto, Raúl Naya y terminando por todos los que, en cámara o detrás de ella, contribuyeron a que todavía permanezca en la memoria colectiva), le encontraron sentido a un estilo de humor, basado en la realidad, que, desde el dolor, hizo pensar y reír.
En el libro de Diego Igal están todos. La prueba que los años no los acercó al olvido y que, orgullosamente, resisten a cualquier archivo.
Carlos Ulanovsky