“Donald Trump ha creado una nueva normalidad cuyos límites no se conocen. En los Estados Unidos y en el exterior hay quienes creen en él como si tuviera poderes mágicos. Piensan que va a saber cumplir con lo que prometió, resolver sus propios conflictos de intereses entre la política y sus negocios. Deben haber visto mucha televisión. La realidad pasa por donde tiene que pasar”, dice Marina Aizen en un pasaje de Trumplandia, su última obra, publicada por ediciones B, que llegará a las librerías en marzo.
Así, en un detallado recorrido, Aizen, una de las cronistas más agudas de la dinámica realidad norteamericana, propone “una guía para entender Estados Unidos, no sólo por qué se produjo un Trump, sino también los cambios sociales, económicos y culturales de las últimas décadas, esos que hacen que la gente del propio país no pueda reconocerlo”.
Esperando que Trumplandia llegue a las librerías Palabras dialogó con Aizen sobre el libro, y su evaluación de este primer mes de gestión del nuevo presidente de los Estados Unidos de América.
Contanos qué te propusiste al empezar a escribir Trumplandia
Trumplandia es una obra que intenta explicar qué pasó en los Estados Unidos, para que eligieran a un líder de las características de Donald Trump: un millonario, mentiroso y mujeriego, de Nueva York.
Un hombre con cualidades como para no comenzar a competir ni siquiera en una elección primaria, que con mentiras, su personalidad y su retórica captó a sectores marginales de la sociedad, que convirtió en centrales.
¿Y a partir de esa pregunta qué aspectos abordas en la obra?
Para profundizar, en Trumplandia indago en los cambios económicos que se dieron en los Estados Unidos en los últimos 30 años, que resultan en un proceso de decadencia super largo, que comienza a fines de los 70, y cuyo punto de inflexión fue la presidencia de Ronald Reagan, momento a partir del que la derecha comienza a captar la imaginación de la sociedad, incluyendo al partido demócrata. Ese largo proceso de desintegración económica y social que se inició con Reagan está estrechamente vinculado con los desafectados que votaron a Trump.
Junto a ese punto, otra de las cuestiones sobre las que trabajé son los eslóganes de campaña de Donald Trump. Busqué cuál es la historia detrás de esas frases, en conexión con la historia de la inmigración indocumentada en los Estados Unidos, desde sus orígenes, analizando la relación con México, el rol de los inmigrantes en la economía actual, y reflejando también la vida concreta de esas personas- los malos según Trump- para ver cómo son sus vidas, y qué les había pasado en los Estados Unidos desde que llegaron.
Obviamente hablo de la pared, del muro entre México y Estados Unidos, que ya existe en un tercio de la frontera, y tiene consecuencias brutales en la vida y la muerte de las personas que lo cruzan.
Las armas, y su lugar en el discurso del Partido Republicano, es otro de los temas que abordo, no para reafirmar que son una porquería, algo que ya todos sabemos, sino para indagar por qué les gustan tanto, qué es lo que la sociedad norteamericana pone en las armas a nivel simbólico. También hay un capítulo sobre el Obama Care, el seguro de salud de Obama, que atacó tanto la derecha, y fue uno de los factores fundamentales para el triunfo de Trump, analizando sus contribuciones y sus defectos. El último capítulo, en tanto, se lo dedico a los negros, a la negritud, al papel de Obama, a sus contradicciones, y al racismo.
Podemos decir que Trumplandia es una obra que analiza al personaje Donald Trump, a partir de un viaje en profundidad a la sociedad norteamericana, que atraviesa su economía, sus eslóganes, sus consideraciones en torno a la libertad. Un montón de cuestiones que es interesante decodificar, porque para el público latinoamericano no son evidentes, con testimonios de primera mano, análisis de académicos, y una narración divertida, que creo nos va a permitir comprender el fenómeno desde un lugar distinto.
En principio frente a la multiplicidad de factores que mencionas, la idea de que Trump fue una anomalía imprevisible parece debilitarse
Trump es un emergente de esas transformaciones, pero es central entender que él no da ni tiene una respuesta para esos cambios. Es un señor desinformado, un haragán, que no le gusta leer, no le gusta escuchar, que cree que sus instintos son geniales, y se guía por ellos. A partir de ahí Trump imagina respuestas populistas frente a la brutal desintegración del tejido social y económico de los Estados Unidos, al estilo de las que se imaginaron en Argentina o Venezuela: detener las importaciones, subir los aranceles de los productos importados, etc. Pero está en Estados Unidos, y hacer esas cosas no es tan sencillo.
Pese a ser un libro sobre Trump le dedicas el último capítulo a Obama y al tema del racismo, ¿por qué?
Es que para comprender a Trump me parece central entender que Estados Unidos no sabe hablar sobre raza, tiene grandes dificultades para hacerlo. Obama fue elegido porque era un líder magnífico, joven, entusiasta, para los negros fue un enorme orgullo ir a votarlo, pero el resto de la sociedad lo veía como un outsider, más que como un negro.
Durante toda su primera presidencia, de hecho, frente a determinados hechos de violencia racista se tuvo que callar la boca. Recién en su segunda presidencia, cuando matan a Trayvon Martin en Florida, Obama se conmueve mucho y su gobierno comienza a ser más negro. Igualmente, hacia el final de ese período, frente a diversos incidentes entre la policía y gente negra o pobre toma fuerza un movimiento llamado «Black Lives Matter», -las vidas negras importan- que hoy se está mezclando con todo el movimiento de resistencia anti Trump, pero que inicialmente cuestionaba a Obama, planteando que su negritud no era suficiente.
¿Cómo caracterizas este primer mes del gobierno de Trump?
Es el gobierno de los tres chiflados: poco profesionales, locos, ineficientes. Cosas que en campaña pasaban desapercibidas, frente a una falsa imagen de ejecutivo eficiente, ahora quedan claras: no tiene idea de cómo se dirigen las instituciones, ni qué representa la Constitución de los Estados Unidos.
Ahora bien, eso tiene un par de ventajas, entre ellas, que le da la posibilidad a los abogados para detener determinadas medidas controvertidas, como pasó con la restricción de ingreso a las personas provenientes de siete países musulmanes, sobre lo que finalmente resolverá la Corte.
El Partido Republicano actualmente le dice en todo que sí a Trump, y aunque sus miembros andan después por los pasillos horrorizados, lo cierto es que hasta ahora se los comió. Pero las instituciones en Estados Unidos son más grandes que el Poder Ejecutivo y el Congreso. El sistema de contrapesos, el “checks and balances”, funciona aún con jueces conservadores, porque el principio constitucional es más grande que su orientación particular. Ese es el corazón de la democracia. Por eso hoy el sistema está en testeo, porque un personaje que no debía ganar ni las primarias, y cuyo patriotismo está en duda, es el Presidente de los Estados Unidos.
Por otra parte, yo acabo de volver, y el fenómeno de la resistencia es muy interesante. Hay reuniones permanentes entre los representantes demócratas y republicanos, la gente está muy enojada, y muy sorprendida por la velocidad con que Trump pretende deshacer la agenda de Obama. En principio, creo que allí donde quiera hacer mucho daño la sociedad le va a responder.