Todos los domingos, hasta el 2 de abril, se exhibe en el Malba: Lea y Mira dejan su huella, el documental de Poli Martínez Kaplun, sobre la historia de Mira Kniaziew de Stuptnik y Lea Zajac de Novera, dos sobrevivientes de Auschwitz-Birkenau, el más grande de los campos de concentración y exterminio construido por el régimen de la Alemania Nazi. Las protagonistas viven en la Argentina, donde desarrollan sus vidas sin olvidar, y con la decisión, la fuerza y la voluntad de transmitir uno de los hechos más crueles del siglo XX.
¿Qué recursos desarrollaron para hacer frente a la vida?, ¿cuál es su mirada desde la vejez?; ¿el tiempo apacigua las heridas?, ¿se puede perdonar?, ¿la vida puede tener sentido luego del infierno? Son solo algunas de las cuestiones que la directora aborda con gran oficio en este film, que se proyecta hacia el presente y el futuro como un alegato necesario contra todo tipo de discriminación.
Para conocer cómo se gestó este proyecto, y algunos detalles sobre la historia Palabras dialogó con Poli Martínez Kaplun.
¿Cómo nace este proyecto?
Lea y Mira dejan su huella es un proyecto que comenzó hace unos cuatro años, y tardamos unos tres en producir. Con el equipo hace tiempo teníamos la idea de hacer una película sobre sobrevivientes de la segunda mundial, y de campos de concentración, entendiendo que esa guerra tan terrible, la más sangrienta de la historia, donde murieron 50 millones de personas, donde el nazismo construyó campos de exterminio, encerró y asesinó a 6 millones de personas, de los cuales un millón y medio eran niños, sucedió, finalmente, hace muy pocos años, solo 75.
Esos niños de la Shoa, que estuvieron en los campos de concentración, y sobrevivieron por milagro, en algunos casos están vivos, y tienen entre 80 y 90 años. Conscientes de la oportunidad histórica que implicaba entrevistar a esos sobrevivientes, que están tal vez transitando los últimos años de su vida, salimos a buscar a los que están aquí en la Argentina.
En esa indagación dimos con un taller literario, que se dicta en la Fundación Tzedaká para sobrevivientes del holocausto. No son muchos, unos 15, que están transitando de diferentes maneras esta etapa de la vida. Allí, casi inmediatamente, descubrimos a dos personas muy notorias, alegres, vitales: eran Lea y Mira, y desde el inicio supimos que iban a ser las protagonistas de esta película.
¿Cómo elegiste el enfoque desde el que contar su historia?
La película cuenta tanto la historia de Lea y Mira, como su vida hoy. Fuimos a buscar su historia, de dónde vienen, lo que les sucedió, su memoria, su trayectoria, pero siempre preguntándonos cómo pudieron encontrarle sentido a la vida después de haber pasado por ese infierno, algo que para mí era un gran enigma.
Las dos estuvieron unos dos años en un campo de concentración, casi sin comer, en situación de esclavitud, con la posibilidad de morir en la cámara de gas cada noche, perdiendo a sus familias. Sin embargo, al salir de allí, cuando terminó la guerra, volvieron a vivir, a recuperar el sentido de la vida, y hoy tienen 90 años.
Entonces, cómo lo han logrado, cómo han sido capaces de encontrar el sentido después de ese tremendo trauma era algo que me interesaba descubrir, porque seguramente, detrás de eso, se encuentra una gran sabiduría, y eso yo creo que está en la película, y así como sus vidas me han inspirado a mí, creo que también van a inspirar a todos los que la vean.
¿Igualmente, indagar sobre el horror, traerlo al presente desde su relato no debe haber sido fácil?
Retratarlas, y navegar en su dolor fue un gran desafío, pero creo que la película lo resuelve bien porque no perturba, no deja a la gente conmocionada por lo feo, sino impactada por la grandeza de esas mujeres.
También fue difícil pensar la guerra, todo ese horror, porque no estamos hablando de tiempos remotos, ni de territorios desconocidos, estamos hablando de nuestra época y de países centrales, y como ellas plantean más de una vez: esa locura colectiva no se enterró hace 70 años, sino que se sigue reproduciendo hoy en diferentes lugares del mundo.
De todos modos, algo que resaltan es que el hombre es capaz de eso tan terrible, pero también puede ser lo mejor, y que en definitiva fue esa confianza en la humanidad lo que les permitió sostenerse vivas.
Ellas cuentan que al principio no querían voluntariamente traer hijos a este mundo tan terrible, sin embargo, con el tiempo las dos armaron sus familias, tuvieron hijos, etc. De alguna manera parte de su historia también es la esperanza y la fe en el ser humano, ya que ellas, y muchas otras personas, finalmente sobrevivieron porque hubo otras que pusieron en juego su vida, y las de sus familias, para salvarlas, y eso también es la humanidad.
¿Junto al impacto por la grandeza de Lea y Mira, qué cosas te han sorprendido de las reacciones del público?
Una de las cosas que más me sorprendió es que hay mucha gente, especialmente joven, que no sabe lo que pasó, que desconoce la historia. Algo que es tremendo porque incide en las dificultades cotidianas para evitar actos de discriminación, que finalmente pueden terminar en un delirio colectivo tremendo y enorme.
Pero esto no solo pasa acá, la semana pasada estuve en un festival en Estados Unidos presentando el documental, y allá pasa lo mismo, y también este desconocimiento se da en Europa.
En algún punto, la segunda guerra, cada día más, va quedando como un dato lejano, muerto y vacío. Por eso es importante hacer hincapié en esto de la discriminación La película es un gran alegato contra la discriminación porque ellas sacan esa conclusión, ese es el corolario, y su alegato después de lo que vivieron.
Las Protagonistas:
Lea (Liza) Zajak de Novera nació en Bialystok, Polonia, donde pasó una infancia feliz, pero en Septiembre del 1939, al estallar la Segunda Guerra mundial, a sus 12 años, su vida se quiebra para siempre. Ella y su familia son trasladados por dos años al Ghetto de Pruzany, donde viven hacinados . En Febrero de 1943 son trasladados al Campo de Exterminio de Auschwitz. Sus padres y hermanos fueron dirigidos directamente a la cámara de gas mientras que Lea junto con su tía, logra sobrevivir , salvándose día a día siempre por milagro. Luego de dos años de infierno, al acercarse el fin de la guerra, con la evacuación de los campos, Lea participa de la Marcha de la Muerte y esliberada por los rusos a orillas del Río Elba el 23 de abril de 1945. Dos años después llega a Argentina, vía Uruguay, de manera clandestina, donde se casa y tiene dos hijos y cinco nietos.
Mira Kniaziew Stupnik nació en Bialystok, Polonia en 1928. Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, la armonía del hogar que compartía con sus padres y hermano fue quebrada. Al producirse la división de Polonia entre URSS y Alemania, su ciudad quedó controlada por el ejército soviético, pero en 1941 ingresaron las tropas alemanas y se desató la cacería humana. Siendo la hija del Director administrativo del Hospital Israelita de la ciudad fue testigo de los esfuerzos que hacía su padre para que el dispensario siguiera funcionando cuando fue trasladado al Ghetto. En 1943 fue llevada con su familia a un campo de trabajo llamado Blizyn y luego a Auschwitz. Allí llegó a estar en la antesala de la cámara de gas, pero la orden del desmantelamiento de los campos evitó su muerte. Mira y su madre permanecieron en el campo hasta la llegada del Ejército Rojo y junto con dos amigas, regresaron a Bialystok.
Llega a la Argentina en el año 1960 donde la espera su marido, con quien ya había tenido a su única hija en Polonia. Su descendencia se completa con dos nietos y dos bisnietos.
Lea y Mira dejan su huella Domingo 19 de marzo de 2017 a las 20:00 //Domingo 26 de marzo de 2017 a las 20:00 // Domingo 02 de abril de 2017 a las 20:00 en el MALBA, Av. Figueroa Alcorta 3415.
Ficha técnica: Dirección y Producción: Poli Martínez Kaplun.Producción Ejecutiva: Lucas Werthein. Guion: Poli Matrínez Kaplun, Nora Elena Acrich, Ernesto Felder. Dirección de fotografía y cámara: Hernán Menendez. Edición: Ernesto Felder. Música Original: César Lerner. Coordinación de Producción: Mariana Martínez.