Javier Daulte es guionista, dramaturgo, director de teatro y propietario de Espacio Callejón. Considerado una voz de referencia en el ámbito cultural, sus obras han contribuido a la renovación del teatro en Buenos Aires y Barcelona.
Allí por abril de este año, Daulte escribió una interesante columna en el diario Infobae donde planteaba diferentes cuestiones en torno a la cuarentena, cuestionando el lugar del artista en la sociedad, y explorando el concepto de cultura líquida de Zygmunt Bauman.
Para conocer sus reflexiones frente a la nueva extensión de la cuarentena, y las actividades y proyectos que está impulsando en ese marco, Palabras dialogó con Javier Daulte.
¿Cómo inicias desde lo laboral y lo personal esta nueva etapa de cuarentena estricta en el AMBA?
Sin demasiado asombro, era algo que se esperaba. Creo que inicialmente, allí por marzo, había mucha preocupación por saber cuándo finalizaba la cuarentena, en paralelo a una sensación de que la vida estaba como en pausa, pero con el correr de lo días y las semanas empezamos a darnos cuenta que la vida continuaba, y comenzamos a buscar, y a encontrar, recursos para subsistir, en términos anímicos, físicos y económicos.
Desde el Callejón, específicamente, lanzamos El Calle virtual, una plataforma donde venimos presentando dos obras por semana, algo que continuará este mes, y trabajando en contenidos que tengan que ver con el teatro pero en modalidades no presenciales, como el concurso Luz Testigo, del que pronto vamos a anunciar a los seleccionados.
Además, estamos trabajando para mejorar la plataforma en sí misma, porque más allá de la cuarentena entendemos que hay cosas que está bueno que se queden. Yo soy uno de los primeros en decir que el streaming bajo ningún aspecto suplanta la experiencia de teatro presencial, pero sí creo que le permite a mucha gente ver obras en vivo sin estar en Buenos Aires, y también es muy interesante para ver obras que ya se han hecho y no se volverán a hacer, como una especie de zona biblioteca en la que estamos trabajando.
Luego, en lo personal, estoy dando muchas clases de dramaturgia, escribiendo y aprendiendo a convivir conmigo, y con las personas con que me toca transitar esta situación de aislamiento.
Estoy convencido que la cuarentena es una prueba a muchísimos niveles, porque uno pasa por todos los estados, y también es una situación perfecta para que se haga cargo de todos nuestro males, aunque muchos de nuestros males no tienen nada que ver con la cuarentena, y seguramente nos seguirán acompañando. En ese sentido, es un trabajo casi diario intentar distinguir aquello que nos provoca esta situación, y aquello que está en nosotros, cosas pendientes, que no terminamos de poner en marcha, de resolver, o lo que sea.
¿Y en ese contexto cuál es tu evaluación sobre la situación del área, especialmente del teatro independiente?
Obviamente el área está especialmente golpeada porque los actores, actrices, directores, necesitamos lo presencial como el aire que respiramos, entonces, como suelo decir, somos como leones enjaulados.
En ese contexto, también entiendo que se genera una clara percepción de algo que nos iguala, y se pone en evidencia, más que nunca, la precariedad de nuestra actividad, que está totalmente desprotegida. Estamos descubriendo algo que ya sabíamos: que somos trabajadores a destajo.
¿Crees que eso a futuro puede devenir en algo positivo?
No. Realmente no creo ni siento que esto sirva para algo. Si lo estamos haciendo servir para algo, porque hay mucha gente que lo está haciendo, es mérito de esas personas, no del coronavirus, que es una cosa espantosa.
Creo que en nuestro país, y en muchos otros, pareciera que la cultura es un mal necesario que los gobiernos tienen que atender dándoles un poquito de presupuesto para que no chillen, pero el artista y su rol, más allá de su propia creación, no está legitimado.
Se legitima al músico en tanto la música que hace tenga valor, al teatrista en tanto la obra que haga tenga valor, pero en tanto artistas no está claro qué lugar ocupamos en la sociedad.
Yo creo que somos la imaginación del país, la imaginación de la sociedad, pero como eso no está legitimado, no lo saben los que gobiernan, y tampoco lo sabemos nosotros, por eso no es muy difícil saber si desde nuestro rol de artistas somos capaces de colaborar en algo en esta situación, y estamos improvisando, tratando de ver por dónde ir, pero no hay un ejercicio institucionalizado.
Los gobiernos, todos, y de todos los signos, convocan a médicos, sociólogos, politólogos, psicólogos, psiquiatras, etc. para trabajar sobre esta situación, pero a nadie se le ocurre convocar a un artista, porque nadie sabe qué función cumple, Esto es algo interesante para pensar, pero que ahora nos agarra muy en pañales.
¿Y más allá del universo de la cultura?
Somos una sociedad muy particular, los argentinos tenemos una idiosincrasia que tiene aspectos que son lo mejor que tenemos, pero también lo peor: sabemos salir adelante, es el famoso lo atamos como alambre.
Nosotros sabemos atar todo con alambre, conozco sociedades que no pueden, y realmente no está bueno, pero justamente por ese espíritu que tenemos de tirar para adelante, no se si vamos a detenernos y a decir qué pasó, creo que vamos a seguir, Es lo mejor que tenemos, pero nos limita capitalizar ciertas experiencias.
La programación y las novedades de Espacio Callejón pueden conocerse aquí: https://espaciocallejon.com/
La columna completa de Daulte puede leerse aquí: https://www.infobae.com/cultura/2020/04/04/coronavirus-una-pelicula-mala-y-demasiado-larga/