El 26 de mayo de 2003, a los 78 años moría Alfredo Bravo, diputado nacional por el socialismo, dirigente gremial y político, militante y fundador de organismos de derechos humanos, y, sobre todo, maestro.
A días de cumplirse el 15° aniversario del fallecimiento de Bravo, llega a las librerías Un maestro socialista. Vida, pasiones y legado de Alfredo Bravo (Homosapiens), del periodista Jaime Rosemberg.
Para conocer algunos detalles de la obra, que se presentará oficialmente el próximo martes 22 de mayo en Rosario, Palabras dialogó con el autor.
¿Cómo se origina el proyecto de escribir esta obra?
Allí por el año 2001 cursé el máster en periodismo de la Universidad Di Tella y La Nación, el trabajo final era una tesis, y yo decidí hacer la mía sobre Bravo. Él, en ese momento, era candidato a senador del ARI, en el marco de la confluencia entre ese espacio y el socialismo. Fue aquella senaduría que, tal vez algunos recuerden, luego le birlaron en los escritorios.
Lo cierto es que para realizar ese trabajo lo acompañé mucho y a todos lados: fui a su casa, a River, viajé en su Ford Taunus, fui a actos partidarios, y a recorridas de campaña. Luego hice la tesis, aprobé, y aquellos papeles, que ya eran el germen de un libro, nunca supe dónde quedaron, hasta el original parecía que se había perdido porque en La Nación no estaba.
Finalmente, el año pasado, cuando por diferentes razones personales tuve que atravesar unas 4 mudanzas, encontré todos los originales, el crudo de las entrevistas, y hasta mis apuntes, y sentí que eso era una señal, que debía hacer algo. Hablé con la gente de la editorial Homosapiens de Rosario, les gustó la idea, y me puse a investigar, producir y escribir el libro.
¿Partiendo de aquella tesis qué fue lo que más te sorprendió en tu primer relectura del material luego de más de 15 años?
En la relectura lo primero que me quedó clarísimo es que Bravo es un símbolo de la política pre grieta. No olvidemos que muere un día después de la asunción de Néstor Kirchner, y no llega a sufrir las divisiones que se dieron en la centro-izquierda cuando el Kirchnerismo toma el control y las banderas de ese espacio. Un proceso que provoca, entre otras cosas, que el socialismo de Bravo se divida, que el Ari no sepa muy bien cuál era su rol, que Carrió se reinvente, y que el Frepaso sea absorbido por el kirchnerismo.
Muchas de las cosas que pasaron en estos 15 años realzan la figura de Bravo como una síntesis perfecta entre lo que es la cuestión ideológica, los principios, los valores, y la popularidad, porque sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires Bravo tenía una popularidad que luego el socialismo perdió. Creo que perdió a Bravo y, de alguna manera, perdió también ese bastión.
Igualmente en el título de la obra, frente a esas posibilidades, preferiste resaltar su rol de maestro ¿Por qué?
Porque entiendo que ese fue un aspecto central de su vida. Bravo estudia magisterio, se recibe a los 18 años, y empieza a ejercer en la zona rural de Vedia, una localidad entre Buenos Aires y Santa Fe. Reconoce a Alfredo Palacios, que también fue profesor, como uno de sus maestros, y definitivamente toda su vida estuvo ligada a la docencia, ya sea enseñando, o en el gremialismo docente. Recordemos que Bravo fue uno de los fundadores de CTERA.
En esa línea, en el libro rescato una costumbre muy significativa que tenía cuando, como pasaba casi siempre, le decían profesor, y él, sin importar el contexto, ante el “profesor Bravo de aquí”, “profesor Bravo de allá”, siempre aclaraba: “yo soy maestro, maestro de grado”.
Creo que esa frase es un símbolo de como él se consideraba, con una visión del docente muy sarmientina, casi como un apóstol de la educación. Recordemos que Bravo no creía mucho en los paros, o en las medidas de fuerza, algo que lo distanció del sindicalismo docente ligado al peronismo.
También decidí resaltar ese aspecto, su rol de maestro, porque siento que allí también ahondé en un Bravo que yo no conocía. Obviamente, conocía al Bravo diputado, al dirigente de la centroizquierda, pero el Bravo maestro fue una de las sorpresas de la investigación que creo refleja mucho de su espíritu, y era algo que aplicaba en todos los ámbitos de su experiencia, centralmente en las organizaciones de derechos humanos que fundó, y en las que participó luego de haber sido él mismo torturado.
¿Antes hablabas de un político pre grieta, que características de su personalidad y su hacer te llevaron a caracterizarlo así, y que enseñanzas nos plantea hacia adelante?
Bravo tenía la capacidad para dialogar con Cristina Kirchner y Elisa Carrió, con Chacho Álvarez y con Rubén Giustiniani, solo para mencionarte dos casos puntuales de gente que luego estuvo enfrentada entre sí. Eso, creo que nos puede enseñar que, en lo que se denomina el espacio progresista, hay valores y principios en común. Desde ya muchos se han ido perdiendo detrás de cuestiones relacionadas con el poder, las disputas por espacios de poder, y la disyuntiva entre los principios enunciados y los que realmente se llevan a la práctica, pero creo que su vida es un lindo ejemplo para que las nuevas generaciones sepan que hay un progresismo honesto, que no transa, y que cree que se puede hacer política desde un lugar más transparente y menos contaminado.
También me parece central la coherencia, porque Bravo fue un hombre que cuando tuvo que irse de determinados lugares se fue, ya sea cuando el socialismo se plegó a la dictadura en la Revolución del 55, o cuando tuvo que irse del gobierno radical porque Alfonsín había ordenado las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
Seguramente no le convenía irse de esos lugares, tal vez hubiera estado más cómodo con un puestito en la Libertadora, o si seguía con Alfonsín, en el Ministerio de Educación. Por eso creo que es un ejemplo interesante, que trasciende al socialismo, porque Bravo también era un porteño muy divertido, con mucho amor por el tango, por River, un tipo que realmente tenía particularidades únicas.
En el Epílogo de tu libro, luego de repasar la vida de Bravo desde su infancia, hablas de la herencia, de su legado 15 años después ¿Dónde lo encontraste?
Creo que lo lindo de Bravo es que despierta en todos los estamentos una especie de identificación: para los socialistas que se quedaron en el partido, Bravo se hubiera quedado; para quienes se fueron con Néstor y Cristina, él también los hubiera apoyado. Todos asumen su legado como propio, y creo que eso es algo muy valioso, porque eso implica asumir las banderas de la educación pública, de la lucha por los derechos humanos, y de la honestidad como propias.
Como conclusión en relación al legado creo que cada sector diseña su propio Bravo, algo que también me confirmó Graciela Fernández Meijide cuando la consulté para el libro y me dijo: “la verdad, no sé en qué partido hoy hubiera estado, seguramente en el que sus principios le indicaban, porque sus principios siempre fueron los rectores de todas sus decisiones”.
Un maestro socialista. Vida, pasiones y legado de Alfredo Bravo (Homosapiens) se presentará el martes 22 de mayo a las 18:30 hs. en Plataforma Lavardén, Sarmiento 1201, Rosario. En la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, la obra está disponible en el stand de Editorial Homosapiens, N° 515 – Pabellón Azul.