Entrevistas

Daniel Molina: “Frente a lo horrible de la vida, siempre se puede resistir con elegancia y con alegría”

Escritor, crítico y periodista, Daniel Molina, ha presentado recientemente, “Autoayuda para snobs” (Paidós) una obra innovadora donde repasa su vida, y reflexiona sobre la identidad, la cultura, los medios y el lenguaje conduciéndonos a preguntarnos: ¿Qué sentido tiene vivir? y ¿qué sentido tiene vivir así? Reconocido influencer en twitter, donde escribe bajo el nombre @rayovirtual, […]

Escritor, crítico y periodista, Daniel Molina, ha presentado recientemente, “Autoayuda para snobs” (Paidós) una obra innovadora donde repasa su vida, y reflexiona sobre la identidad, la cultura, los medios y el lenguaje conduciéndonos a preguntarnos: ¿Qué sentido tiene vivir? y ¿qué sentido tiene vivir así?

Reconocido influencer en twitter, donde escribe bajo el nombre @rayovirtual, Molina logra generar una obra que da cuenta de las exigencias de los lectores  tradicionales, pero también, y especialmente, de los nuevos, a través de una escritura ágil y dinámica  que invita a unos y otros a “pensar con detenimiento en medio de la velocidad, a defender la buena vida contra la hostilidad del ambiente, y a ironizar en la cultura del cinismo”.

Para conocer algunos detalles de la obra Palabras dialogó con el autor, en una charla donde Molina ofreció también su mirada sobre la identidad, la verdad, el presente y el futuro.

Para muchos, una de las primeras sorpresas con esta obra, aún antes de leerla, fue que se trata de tu primer libro.

Me han comentado eso, y es así: este es mi primer libro. Si bien escribí capítulos, prólogos, hay cuentos míos en antologías, participé de varias obras, y comenté miles, finalmente la idea de escribir un libro nunca terminaba de tentarme, y a medida que avanzó la historia cultural del mundo, lo hacía cada vez menos, tal vez porque yo cada vez me fui volviendo menos lector de libros completos, y pienso que a los otros también les pasa lo mismo, pero finalmente Paidós me convenció dándome la posibilidad de hacer una obra de la manera en que a mí se me antojara.

Entonces, con esta obra pude experimentar, y generar un producto, que si bien conserva esa tecnología maravillosa que es el libro en papel, está realizado de una manera donde, al igual que en el I Ching o con un Mandála, se puede leer por cualquier lado; algo similar a lo que hizo Cortázar con Rayuela, pero sin ponerle la parte dogmática de “tenés que leer este capítulo y luego este otro”.

Aquí podes leer de cualquier forma,  entrar por cualquier lado, y si te interesa hacerlo de manera lineal también, obviamente, aunque creo que esa modalidad está desapareciendo. Me parece que ya no leemos libros, que estamos en una cultura de internet, marcada, especialmente en los últimos 15 años,  por la conexión de fragmentos: pasamos de buscar un artículo en Wikipedia, a escuchar un mp3, de allí a Facebook, donde ponemos alguna cosa que nos hace acordar a una canción de los Beatles, que inmediatamente escuchamos en Youtube. Estamos todo el tiempo leyendo, pero conectando cosas que siempre son fragmentarias.

¿Y bajo esas premisas qué nos podés adelantar del contenido de la obra?

Un tercio del contenido retoma una serie de conversaciones que tuvieron lugar en una cafetería moderna, tal como indica el subtítulo, específicamente en el Starbucks de Avenida Belgrano y Perú, retomando mucho de lo que iba poniendo en las redes sociales. Así, entre otras cosas, reflexiono sobre temas como el odio,  sobre su omnipresencia en el lenguaje público junto al resentimiento, como dos sentimientos que se manifiestan más que la alegría, y que me parece envenenan la conversación pública;  también hay capítulos donde cuento que estuve preso, otros donde hablo sobre mi infancia: uno sobre mi muñequita negra, y otro sobre el arte del disfraz, que también es un punto que funciona como pauta para plantear que la verdad absoluta no existe, que hablamos a través de máscaras, y que nunca nos develamos del todo.

En línea con esas afirmaciones polémicas, ya desde el título realizas una reivindicación de dos términos bastante controvertidos para cierto ambiente “culto”.

Es cierto, pero esto no es nuevo porque la autoayuda y la figura del snob son dos ideas desprestigiadas por el establishment cultural que yo siempre reivindiqué. Hace muchos años, durante un breve tiempo, fui librero en una librería muy culta, que tenía todas las novedades de filosofía, de psicoanálisis, etc, y la mesa de autoayuda escondida en el fondo, pero el 90 % de la gente que entraba al local buscaba eso;  y yo que nunca había visto esos libros, ni les había dado importancia, los descubrí casi a la fuerza, porque como vendedor tenía permanentemente que ir a buscarlos.

Empecé a leer algunos, y descubrí que como en cualquier género, el policial, la ciencia ficción, etc, la autoayuda es un universo donde hay muchos libros interesantes, algunos buenísimos, y muchísima porquería, que es lo que también pasa con las novelas de caballería,  porque no todas son el Quijote, ni todas las románticas son  Romeo y Julieta, o Tristán e Isolda. Sin embargo, a la autoayuda se la califica más por lo malo que por lo bueno.

Si bien muchos ven esos libros como una tabla de salvación, porque las personas los buscan cuando tienen un problema grave, y no ven ningún tipo de solución en su ambiente, hay muchas obras donde personas que transitaron situaciones límites, o muy traumáticas, desde la muerte de un hijo, el diagnóstico de un cáncer, o un divorcio, comparten con otros esas experiencias, y eso sirve, porque les ofrece algo de calma y un espacio de reflexión a muchos que lo necesitan.

Desde ese lugar me parece que es reivindicable la autoayuda, y que lo que yo hago en el libro es un poco eso porque planteo, como decía Bertrand Rusell, que la vida es horrible, horrible, horrible, y que frente a eso te quedan dos caminos: o te suicidas, o aprendes a ser feliz a la fuerza.

Entonces, sin engañar nunca a nadie sobre lo horrible, horrible, horrible que es la vida, en el libro de manera explícita, a través de mi historia, o a veces con algún chiste, siempre planteo que uno puede resistir con elegancia y con alegría.

Por otra parte, es para snobs porque es una autoayuda que no da cuenta de lo que tal vez la mayor parte del público va a buscar, sino que es para un grupo más sofisticado, que no pondría entre la gente culta en sí, sino entre los snobs, que son como las abejas de la cultura, los encargados de polinizarla porque saben lo que está pasando, tienen una sensibilidad especial para dar cuenta de lo nuevo, y se encargan de difundirlo.

Para hablar de ese rol siempre pongo el ejemplo de Las señoritas de Avignon, de Picasso, un cuadro que cambió la pintura moderna, pero que en 1907 cuando se pintó, nadie quería exponer porque a todos les parecía horrible, y pensaban que solamente por exhibirlo podían originar la quema de una galería. Finalmente, la obra trascendió en 1929, 22 años después. Sin embargo, entre las 10 personas que lo habían visto inicialmente, estaba Jean Cocteau, que desde el inicio fue su gran difusor, un gran snob que hizo que todos hablaran de ese cuadro que nunca habían visto, y sobre el que siempre planteó que implicaba un cambio radical en la pintura contemporánea. Ese papel del snob, que ve las cosas con un ojo más abierto, e intuye los cambios, es la visión que yo tengo y reivindico.

¿Hoy hablabas de la inexistencia de las verdades absolutas, cómo es esa idea?

En el siglo 21, y en una sociedad moderna como es la Argentina, y especialmente la porteña, es muy difícil que uno crea en verdades absolutas.  Creer en verdades absolutas implica cierto temor a lo vertiginoso que es hoy el mundo, creo que por ese temor hemos inventado las religiones y los fanatismos, y por eso también en el libro critico la idea de las identidades fijas.

Yo soy gay, tengo 60 años, y durante 40 me han pegado todos los días, me insultaron, y me trataron mal por eso; hace 20 que esto comenzó a cambiar, y desde que se aprobó el matrimonio igualitario nos miran un poco mejor, como diciendo: también son seres humanos los asquerosos. Por eso yo entiendo que uno a veces insista en esto de ser gay en público, porque es una forma de defenderse y poner la cosa en discusión, pero la militancia de las 24 horas de ser gay me parece que nos empobrece, porque yo además de ser gay soy 28 mil cosas más: escribo un libro, tengo un perro, programo cosas como gestor cultural, voy a comprar al mercado, tengo una vida multifacética, y muchas veces dudo de las cosas que estoy haciendo, entonces decir soy gay, me encasilla.

Cuando uno milita, en general, tiende a ser muy religioso, pero con el paso de los años, inevitablemente, se comienza a dudar de ciertas cosas, tanto de la corrección de las creencias propias, como de lo erradas que son las de los otros. Algo que en mi caso, me empezó a pasar en la cárcel, cuando así como veía guardias malos, que me torturaban, que eran muy jorobados, también veía que había tipos que no eran así, que no entendían porque yo era su enemigo, y con quienes podía hablar y hasta pensar sobre algunas cosas. Yo aprendí mucho de ese tipo de experiencias que me llevaron a cuestionar mis ideas, a pensar qué asidero tenían llevadas al extremo. Entonces hoy cuando veo a quienes creen que el mundo es blanco o negro no puedo sino sorprenderme enormemente.

¿Es necesario pasar por una experiencia radical como estar 10 años preso para cuestionarse?

Yo creo que uno debe atreverse a pensar y a cuestionarse,  porque la mayoría tratamos de vivir lo más tranquilos posible, y para eso es mejor tener una creencia, seguirla, y enojarse cuando algo la cuestiona. Eso lo hacemos todo el tiempo con creencias políticas, religiosas, militantes de la vida; pero lo cierto es que ese mecanismo es un engaño,  porque las ideas, las creencias, son sociales y van cambiando.

En 1915 las mujeres no podían votar en ningún lugar del mundo;  un siglo después 65 países ya habían sido gobernados, y algunos varias veces, por mujeres. Entonces, para que algo haya cambiado tanto, y tan positivamente en tan solo un siglo, después de milenios donde las mujeres no solo no podían votar, sino que no podían ni salir de sus casas solas, es porque como sociedad pesamos, reflexionamos, y criticamos nuestras ideas. Pero reitero, eso lo hace la sociedad, y muchas veces a los individuos nos cuesta seguir el mismo proceso. Yo creo que si uno logra en el proceso de su vida ir cambiando, no quedarse anclado en creencias de hace 40 años, de alguna manera también se va rejuveneciendo aunque envejezca, y yo trato de hacer eso, obviamente es complejo, y no podemos hacerlo todo el tiempo.

¿Recién hablabas del tiempo, de envejecer, cómo es esa experiencia después de haber pasado una década en prisión y a una edad clave como es de los 20 a los 30 años? 

Todavía hoy hay cosas que no hice, y miles que no puedo recuperar, porque las películas, los libros, las obras que no pude ver a los 20 años, si las veo ahora a los 60, para tapar un hueco de mi cultura ya no dirán lo mismo, y además el tiempo es finito, la vida te lleva a ir descartando ciertas cosas, y donde hay un hueco queda un hueco. Eso fue algo que no entendía muy bien al principio, cuando salí en libertad,  cinco años después de salir ya había hecho millones de cosas, no dormía nunca, trabajaba 19 horas por día, trataba de llenar mis horarios haciendo mil cosas, pero aun así no podía recuperar una década, entonces vivía como alguien que tenía 23 años pero a los 35, y estaba siempre en ese desajuste, que no se terminó más, aunque sí se suavizó.

A raíz de eso hay algo sobre lo que insisto mucho en el libro, y es que a la mayoría de la gente le gusta ver el lado negativo de las cosas, y mientras mejor está peor ve las cosas. Por ejemplo, en los países más ricos la gente de clase media y alta piensa que el mundo está peor ahora que hace 30 o 40 años, y sin embargo, todos los índices: la cantidad de niños desnutridos, de gente bajo el límite de la pobreza, el tiempo de vida, la inversión en salud, han mejorado muchísimo.

Es cierto que es terrible saber que existen más de 600 millones de pobres, una cifra que representa el 9 % de la población mundial, pero hace 2 siglos los pobres eran el 94 % de la población mundial, 10 veces más personas en proporción estaban en ese lugar. La cifra ha bajado del 94  a menos del 9 %, y eso es un gran avance,  que no niega las casi 7 millones de personas que aún están en esa situación.

¿Y qué pasó con la cultura según tu análisis?

La cultura se potenció. Yo muchas veces digo que twitter es el gran cerebro colectivo de nuestra época, y la gente viendo que allí hay un gran nivel de agresión, chistes soeces, y estupideces se ríe de mi afirmación, pero creo que el error es pensar que el cerebro es todo genial, y eso no es así, las neuronas nos permiten pensar estupideces y también cosas geniales. Entonces, los seres humanos en esta conexión permanente que permiten las redes potenciamos todo lo que tenemos: lo estúpido y lo inteligente.

A mí  twitter me permitió un nivel de horizontalidad, y de contacto con otra gente, inimaginable, con gente que tal vez nunca hubiera sabido que existía, y con otros que a pesar de saber que existían nunca pensé que iban a interactuar conmigo, como por ejemplo el científico que decodificó el genoma humano, nunca pensé que yo, en mi ingles horrible, tipo “yo Tarzan tu Jane”, recibiría una respuesta luego de escribirle un par de tuits planteándole que admiraba su trabajo, pero eso pasó, y lo sorprendente fue que cuando me respondió me contó que vio mi perfil, y me dijo que se veía que yo era una persona con influencia en mi comunidad porque tenía más seguidores que él, y me felicitaba. Yo pensaba cómo puede ser que este tipo que decodificó el genoma tenga menos seguidores que yo, es una locura, pero por otro lado, el tipo me habló, y eso antes no lo permitía nada.

Entonces, más allá de que muchos hoy anuncian la muerte de twitter, de que por momentos nos cansamos, y todo eso, no hay red social que actualmente te permita reflexionar en público como twitter.

Snapchat o Instagram, van por el lado de lo visual, de los mensajes graciosos o tipo tarjeta navideña más decorada, pero eso no reemplaza la reflexión y la comunicación lingüística, que mientras nos sigan interesando harán que twitter siga funcionando.

¿Y hacia el futuro cómo crees que esto seguirá?

Jack Ma, uno de los hombre más ricos de China, que tiene una red mezcla de e-Bay y Amazon, creo que mejor que ambas pero en chino, que se lama Alibaba, que vende tanto como todo occidente junto, dice que no hay expertos en futuro, hay expertos en pasado, porque el saber es para atrás, para adelante todo es práctica y riesgo.

Pero, al menos tentativamente, ¿qué crees que pasará con los medios tradicionales?

Yo creo que los medios están atravesando de manera acelerada, lo que siempre pasa cuando aparece uno nuevo: cambian los lugares, y aquellos que eran hegemónicos, ocupan lugares secundarios. Cuando apareció el libro, la presentación de ideas personales cambió de lugar, y las  ideas comenzaron a comunicarse a través de textos; cuando aparece la radio desplaza al libro y al teatro, que era lo más popular del siglo XIX, y en el XX empieza a ser desplazado por el cine y la radio; y luego la televisión los desplaza a ambos. Sin embargo, el teatro, la radio, el cine, siguen existiendo. Hoy lo que está en discusión es la centralidad de la imagen televisiva, que desde 1950 hasta el 2000 fue hegemónica, y que con la aparición de internet, y la multiplicación de los canales de  visualización, sigue perdiendo público. Un programa promedio, como el de Tinelli por ejemplo, tiene menos de la tercera parte de público que tenía Pepe Biondi en los 60, aún con un país que tenía menos de la mitad de la población, aunque, obviamente, había solo 5 canales, y el de Biondi era el programa de la noche que todo el mundo miraba. Ese tipo de centralidad desapareció.

Por otra parte, también es cierto que actualmente se dan fenómenos por los que gente como yo , que hace 10 años no ve televisión,  sabe de ella igual, porque no la veo, pero la leo en twitter, en Facebook, en la calle. Se todo sin haberlo visto.

Muchas de tus reflexiones apuntan a pensar sobre el uso de las redes bregando por un uso creativo, contra el cinismo o la agresión imperante.

Las redes te abren grandes oportunidades pero lo importante es cómo las aprovechamos. Los famosos, por ejemplo, desde que empezaron  a estar en las redes suman más de 20 mil seguidores por día, porque todos queremos saber lo que dicen y hacen, pero las utilizan tipo agenda, no dicen nada, y entonces, la reacción común después de un tiempo es elogiarlos o putearlos. Obviamente las redes se pueden usar para sacar un resentimiento, una forma no creativa, pero que tampoco es la única.

Frente a eso, además, no podemos olvidamos que en la edad media existía la picota, y que a la gente le encantaba el espectáculo, la maldad humana, o encontrar a un malo para sentirse bueno, es algo histórico.

¿Y cuál es el feedback que estás encontrando con el libro?

El libro tiene una cosa interesantísima que es que tiene vida propia. Desde los libreros que lo meten en la sección autoayuda, y la gente que lo va a pedir no lo encuentra por ningún lado, hasta quienes van directo a esa sección, y de casualidad lo ven, les gusta y se lo llevan, o los chicos del Colegio Nacional Buenos Aires, que se enteraron que estuve preso, lo compraron, y lo leyó una división entera, y realizaron un intercambio con sus padres, es maravillosa la vida propia que tiene un libro.

En relación a lo que me comentan, una cosa que estoy notando es que muchos de los que lo han leído lo hicieron dos veces, porque es muy fluido, muy fácil de seguir, algo que busqué y fue mucho trabajo, y también hay personas que se sorprenden porque creían que era una especie de stand up, una seguidilla de chistes, y ven que no es así. Son muchas las lecturas posibles. Imagínate si hoy Cervantes viviese y le contásemos todo lo que vemos en el Quijote, seguramente no lo podría creer, porque siempre al libro lo termina el lector.