Cine/Series

Comenzó la 18° edición de DocBuenos Aires, la Muestra Internacional de Cine Documental

Hasta el 24 de octubre, Buenos Aires celebra el cine documental con un festival que reúne un conjunto de películas que representan la situación contemporánea en ese campo sin dejar de establecer una relación con su pasado. Bajo la dirección artística del crítico y programador Roger Koza, este año DocBuenosAires contará con la presencia de […]

Hasta el 24 de octubre, Buenos Aires celebra el cine documental con un festival que reúne un conjunto de películas que representan la situación contemporánea en ese campo sin dejar de establecer una relación con su pasado.

Bajo la dirección artística del crítico y programador Roger Koza, este año DocBuenosAires contará con la presencia de importantes invitados como Felipe Rugeles, Stephan Riget (Andana Films), Avner Faingulernt e Isidora Gálvez; y presentará las retrospectivas completas de Travis Wilkerson, uno de los cineastas políticos de mayor importancia en la actualidad, y Aloysio Raulino, el documentalista brasilero que revive el pasado sesentista y setentista de Latinoamérica.

Además, en las secciones, “La cercanía de lo real”, reunirá una serie de películas argentinas, seleccionadas para pensar lo real en su extensión geográfica; en “A cierta distancia. Lo real en el mundo” se exhibirán un interesante conjunto de títulos internacionales, entre los que se destaca Almas muertas, de Wang Bing, el realizador chino, todo un ícono de la muestra; y en “El cine de artistas”, definitivamente mucho más que una sección, los resultados de un proyecto y una práctica (anual) comandados por Eduardo Stupía, donde se ponen en juego los límites del cine y sus tradiciones.

Para conocer algunos detalles más de esta propuesta, Palabras dialogó con Roger Koza, flamante director artístico de DocBuenosAires.

¿Cuál es tu percepción en torno al impacto que ha tenido en la propuesta global tu asunción como director artístico?   

En principio no siento una gran discontinuidad respecto de los 17 años que tuvo a su cargo la dirección artística Luciano Monteagudo, de hecho fue el quien propuso que yo lo reemplazara, aunque, lógicamente, la sustitución de un nombre por otro, de un hombre por otro es un dato fáctico, y si bien hay de mi parte una voluntad de continuidad, no solo por una cuestión de respeto, sino de convencimiento respecto de que lo que se venía haciendo es lo que se debe hacer, hay dos elementos distintos: en primer lugar, tengo 10 años menos que Luciano, lo que implica probablemente alguna variación desde el punto de vista generacional, y en segundo lugar, yo no vivo en Buenos Aires, y si bien nací aquí, creo que tengo una lectura, y una forma de mirar la vida cultural de Buenos Aires, y sus festivales más distante, y que puede generar cierta frescura.

En esa línea, repitiendo un esquema y una sensibilidad, entiendo que puede haber una diferencia por esos dos elementos. Respecto de lo nuevo, específicamente, siento que hay una tensión frente a algunas expresiones cinematográficas contemporáneas, donde Luciano tal vez miraba más hacia Alemania o a hacia Francia, y yo traté de correrme un poco; y también cambiamos los tradicionales focos por dos retrospectivas completas: la de Wilkerson, uno de los cineastas políticos de mayor importancia en la actualidad, y la de Raulino, un director prácticamente desconocido por gran parte de la audiencia, pero también por muchos críticos y programadores, algo que entendemos es un gesto de vindicación de una forma de entendimiento de la programación y asimismo un signo de radicalización.

Por otra parte, obviamente este es un debut muy condicionado, no por los fundadores de la muestra, Carmen Guarini y Marcelo Céspedes, sino por un contexto socioeconómico que implica grandes dificultades de orden logístico y de orden espiritual. Logístico, porque hacer un festival con dos devaluaciones de mayo a la fecha implica problemas de toda índole; y espiritual porque el ánimo colectivo en un año con estas variaciones, que llevan a la imprevisibilidad y a la sensación constante de no contar con lo necesario para responder a las necesidades, impacta directamente en una muestra como esta que está exclusivamente dedicada a un cine de lo real, que no invita a la evasión.

En ese sentido, un festival de esta naturaleza nos enfrenta a la necesidad de proponer algo que no sea la pura repetición o la mímesis del malestar, sino que profundizando sobre los signos del malestar nos permita al menos imaginaria o representacionalmente modificar nuestra relación con lo real, algo que intenté buscando películas que puedan eventualmente convocar la rabia, el deseo, de modo que lo real no se transforme en un estímulo reactivo, que lo único que genera es hundimiento.

¿En esa línea se inscriben las dos retrospectivas?

Exactamente, porque creo que las películas de Wilkerson son un interesante caso de cine político donde uno no queda asfixiado, tampoco es un cine de la denuncia, es un cine arqueológico donde uno puede rastrear como las fuerzas del pasado determinan los ejes del presente.

En el caso del cineasta brasilero, en tanto, si bien la mayoría de sus películas transcurren en la década del 60 y el 70, creo que es interesante ver Brasil en ese tiempo, y ver un problema que vuelve a estar presente hoy como una repetición maldita, que tiene que ver tal vez con algo que está inscripto en su bandera: esos dos ejes del orden y el progreso. Da la impresión que Brasil disocia estos ejes, que prefiere un tipo de orden represivo, y el progreso queda circunscripto a una idea de orden. Cuando uno ve las películas de Raulino puede intuir que eso sucedía ya en los 60, porque sus films presentan una manera de filmar “la dignidad de los nadie”, como diría Solanas, que era un contrapeso al abandono que implicaba esa forma de orden. Al ver las películas, entonces, uno tiene una sensación de humanidad que va en contramano de la forma de entendimiento del Brasil contemporáneo y del de la década del 60.

¿Y cómo fue la selección de Segunda vez, la película de Dora García, y de Los fantasmas de Mayo 68, de Jean-Louis Comolli y Ginette Lavigne, como películas de apertura y clausura?

Yo soy de la idea que las muestras juegan su negociación respecto de los límites de lo posible para su propuesta a partir de sus películas de apertura y cierre. Creo que allí te plantean hasta qué punto están dispuestos a jugar una carta menos amable o menos conciliadora.

En esa línea, la película de inicio es una película exigente, que está en los bordes de lo que llamamos cine documental, que toca un tema como el peronismo, que al menos para mí es el grano en el culo de la nación argentina. Entonces más allá de que uno sea peronista o no, kirchnerista o no, macrista o antimacrista, creo que este film da en el centro de una estructura antagónica, que de alguna manera delira y psicotiza a los ciudadanos, y por eso me parecía interesante proyectarla.

El cierre, en tanto, con Los fantasmas de Mayo 68, da cuenta de los espectros de un momento histórico que de alguna forma pareciera pertenecer a una época inconmensurable a la nuestra, aunque creo que la percepción de su director es que no necesariamente es así, y por eso plantea qué hacer con esas memorias. Entonces, frente a una realidad que parece sellada, me pareció interesante volver a ese pasado para ver qué nos dice.

¿Finalmente, cómo estructuraste, justamente, desde tu mirada alejada de Buenos Aires, “La cercanía de lo real”, la sección dedicada a los documentales nacionales?  

Creo que en relación a lo que charlamos al inicio, yo estoy en general atento a ver películas no centradas en la Ciudad de Buenos aires, y por esto, a medida que iba avanzando la llegada de películas para la muestra, no es que las descarté,  pero traté de distanciarme de esa proclividad que tiene el cine documental argentino, aunque no solo el argentino, a centrarse en escenarios familiares, y armé una programación articulada en la geografía, como una suerte de mapa descentrado de Buenos Aires, que permite ver una relación totalmente diferente con el conocimiento, con el espacio, con el tiempo, con la lengua. Cada película argentina materializa algún elemento de este distanciamiento, incluso los cortos tienen estas características, y, probablemente, la que los reúna todos es Buenos Aires al Pacífico, de Mariano Donoso, que es a mi juicio una de las películas más relevantes que se han hecho a lo largo de los últimos años.

DocBuenosAires se desarrollará hasta el 24 de octubre en las salas Gaumont, Lugones, Alianza Francesa, Universidad del Cine y Macba. La programación completa se puede consultar aquí