Escritora, dramaturga y guionista, Claudia Piñeiro acaba de lanzar Las Maldiciones (Alfaguara), novela que se sumerge en el universo de la “nueva política”, “poniendo en foco las perversiones de los gobernantes, pero que también les hace lugar a las historias de amor más verdaderas”.
Autora de obras multipremiadas, que constituyen referencias indispensables dentro la literatura argentina contemporánea, como Las viudas de los jueves, Elena sabe, o Una suerte pequeña, su escritura ha trascendido largamente fronteras y formatos consagrándola como una de las autoras locales más traducidas a otros idiomas, y dando origen también a reconocidos films, como Betibú ( Miguel Cohan 2014) Tuya (Edgardo González 2015) y Las Grietas de Jara, dirigida por Nicolás Gil Lavedra, con fecha de estreno programado para Junio.
Concentrada en la realización de un guion para televisión, mientras continúa acompañando a Las Maldiciones, que fue uno de los fenómenos de venta de la última feria del Libro, Piñeiro dialogó con Palabras sobre esa obra, y los caminos que plantean la escritura y la lectura literaria.
¿Cómo surgió Las Maldiciones y tu decisión de abordar el universo de la “nueva política”?
Las maldiciones surgió como una historia de personajes que tuvo en su origen una imagen disparadora, una escena que aparece en la novela, algo después de la mitad, donde el político líder del partido Pragma, Fernando Rovira, le dice a su secretario, Román Sabaté, que había ingresado a trabajar a esa fuerza política un poco de casualidad, porque de algo tenía que trabajar, con qué objetivo lo había tomado aproximadamente dos años antes.
La discusión dialéctica entre Rovira y Sabaté, donde uno dice lo que debe hacer, y el otro evalúa si está dispuesto a hacerlo o no por ese partido y ese líder, fue el disparador, y es el núcleo de la novela. A partir de allí tuve que contar el mundo en que se movían los personajes, que es el de la política, y como Rovira es un empresario inmobiliario que arma Pragma para romper con las fuerzas establecidas, es que en la novela aparece necesariamente esto de los nuevos partidos basados en el marketing, en la publicidad, y en experiencias empresarias, antes que en una ideología de base, como sucede con los partidos más tradicionales.
¿Cómo fue el proceso de trabajo para realizar esta obra?
La novela me llevó dos años, parte fue proceso de investigación, y parte escritura pura, aunque yo hago las dos cosas de manera concomitante, no es que primero investigo, y luego me siento a escribir. Investigo y escribo, y vuelvo a investigar, según lo que me va demandando la novela. En ese proceso, entre otras cosas, le realicé entrevistas a Ricardo Alfonsín, Eduardo Duhalde y Lucas LLach, que tiene un proyecto de división de la provincia de Buenos Aires.
Las maldiciones trabaja sobre el tema de la división territorial de la provincia porque Fernando Rovira está decidido a llevarla a cabo, ya que cree en la “maldición de Alsina”, aquella que plantea que ningún gobernador de Buenos Aires podrá ser presidente de la Nación. Entonces, como Rovira quiere ser gobernador, pero también presidente, cree que si alcanza su primer objetivo sin sacarse a La Plata de encima no va a llegar nunca a la presidencia.
Para abordar ese punto trabajé desde lo real, en torno a las posibilidades de dividir la provincia con los proyectos que existen sobre ese tema, y también realicé mucha investigación sobre La Plata, fui, la recorrí muchas veces, leí muchos libros sobre la ciudad, y sobre toda la mitología que existe en torno a ella: desde los que ven mensajes masónicos, hasta aquellos que dan cuenta de la historia de su fundación, y el relato sobre La Tolesana, la bruja que el día de la fundación de La Plata, luego de girar alrededor de la piedra fundacional y orinar sobre ella, lanzó un conjuro diciendo que ningún gobernador será presidente.
También trabajé con Antropología Estructural, un libro de Claude Lévi-Strauss, que habla sobre cómo funciona la magia en los pueblos, especialmente con aquellos capítulos referidos a la magia y el hechicero, donde a partir del trabajo con tribus el antropólogo plantea que si hay un hechicero que dice que cierta magia ocasiona determinado efecto, y el pueblo lo cree, el efecto se termina generando, aunque no por la magia en sí misma sino por el efecto que produce la creencia.
Finalmente, y entre muchísimas otras obras que revisé también está Arlt, política y locura, un libro chiquito y muy bueno de Horacio González que trabaja esto de la política asociada a la locura.
¿A partir de la caracterización de Rovira y de Pragma, su partido, se puede leer en la novela cierta añoranza de aquella otra política, tal vez no tan nueva?
La novela se puede leer en muchos planos, uno se relaciona con la historia de Rovira y Sabaté, y con las cosas que debe hacer ese joven para trabajar en el partido. Después está el mundo, donde está la añoranza por la vieja política, pero también está Sebastián Petit, un personaje que trabaja en Pragma, y de verdad cree en eso, y hace todo de la mejor manera posible para que las cosas funcionen dentro de ese esquema de la nueva política.
La novela te plantea dos formas de hacer política, hay lectores que añorarán, y otros que se identificarán con Petit, porque indudablemente somos un país donde la mitad de las personas piensan de una manera, y la otra mitad de la otra, y definitivamente la novela está despertando interés.
Por otra parte, hace poco leí Recursos inhumanos, de Pierre Lemaitre, una novela que realiza una crítica terrible a las modalidades con que se toma personal actualmente en las empresas y que señala las prácticas a las que deben someterse quienes van a buscar trabajo. Si quienes toman personal en las empresas dejan de leer el libro por eso, es algo que como autores nos supera definitivamente.
¿Cuánto pesa el éxito que han tenido tus otras obras anteriores a la hora de presentar esta nueva apuesta?
Como escritor uno siempre se siente expuesto, el hecho de poner un texto que está en tu cabeza afuera, y dejarlo sobre la mesa para que todos lo lean, lo miren y opinen, implica en sí una exposición importante, más allá del éxito o el no éxito que tenga la obra, algo que por otra parte es difícil de evaluar, ya que vender mucho no es necesariamente tener éxito.
Entonces, a partir de la altísima exposición que implica escribir una novela, cuando comienzan a pasar los años, y si te pasaron determinadas cosas con tus libros anteriores, sentís que la vara está cada vez más alta, e inevitablemente estás preocupada por cómo le va a ir a ese nuevo hijo que lanzas al mundo, pero no podés paralizarte, porque entonces no escribís más.
A partir de una investigación tan intensa ¿cómo acotas en el proceso de escritura la interferencia de otros mundos posibles que pueden ir surgiendo?
Cuando estoy escribiendo una novela es realmente difícil que aparezca otra, tal vez artículos, o cosas más cortas, pero difícilmente otra novela. Tal vez, cuando estoy por el final puede ser que surjan destellos, imágenes que decido guardar en mi cabeza y dejarlas macerar, hasta ver si allí hay algo; pero la novela mientras la escribís ocupa todo, y además tiene tal cantidad de segundas líneas, tramas, etc. que todo lo que se te ocurre en el proceso de escritura va a para allí y no a otra obra, las cosas que van apareciendo y no las tenías presentes, si sirven, terminan en la novela.
¿Y cómo sabes cuándo terminar?
Ese es un tema difícil, muchas veces leo manuscritos que se mandan a concursos, e incluso libros terminados, donde siento que el autor llegó a un punto en el cual dijo todo lo que tenía que decir, se cansó, y decidió “ya está, quiero terminar”, y tal vez el final no tuvo el reposo, o la dedicación del resto de la obra. Hay que tener cuidado con eso, como también con explicar más de lo que corresponde, algo que a mí me suele pasar, y por lo que en Las viudas de los jueves, y en algunas de mis primeras novelas, tuve que llevar el final un poco más atrás. A veces uno tiene la necesidad de explicar demasiadas cosas, por las dudas que no se entienda, y en realidad eso tiene que quedar para el lector.
Estamos en un momento de la literatura muy distinto al siglo XIX, donde las novelas terminaban hasta con una moraleja, hoy uno debe dejar ese espacio abierto y lograr que el lector llegue allí. Creo que hay que cuidarse mucho de esos dos errores: aburrirse y cortar antes, o sobre explicar el final por miedo a que no se entienda, buscando, tal vez, el término medio entre esas dos cosas.
En alguna entrevista dijiste que para empezar a escribir literatura uno debía primero leer mucho, ¿cómo se empieza a leer?
Para mí leer es un entrenamiento, y si uno deja de hacerlo por un tiempo es difícil inmediatamente volver a concentrarse en la lectura. Me parece que si uno tiene un ritmo de leer periódicamente, lee más fácil y de todo. Entonces, hay que entrenar, y es muy importante lo que uno elija al principio, porque si arrancas con algo que no te gusta, que es muy difícil, y sentís que no vas a llegar al final, te vas a frustrar.
Hace un tiempo, al terminar una charla en una escuela para adultos a la que me habían invitado porque habían leído Tuya, se me acercó un señor muy grande y me dijo: “estoy emocionado, me dieron el libro en la escuela, lo leí, y lo terminé. Ahora siento que puedo leer cualquier otro libro, porque nunca había pensado que era capaz de terminar una novela”.
Creo que eso se aplica a cualquier lector; a mí me pasó a muy temprana edad con Relatos de un Náufrago, leí esa novela de García Márquez, y después quise leer todo, porque logré sentir que transitar la lectura de esa historia fue algo maravilloso, entonces quise más.
En cuanto a las recomendaciones, en tanto, intento ser muy cuidadosa porque no creo que el mismo libro funcione para cualquier persona, creo que el libro que uno debe leer es el que lo va a atrapar; y que hay que comenzar por libros cortos. Entonces, si tengo que recomendar uno de García Márquez, te recomiendo Relatos de un Náufrago, porque es una historia que tiene acción, tiene emoción y es corta.
Junto a esa obra creo que otros libros hermosos para iniciarse en la lectura son: Distancia de rescate, de Samanta Schweblin; Seda, de Alessandro Baricco, y La nieta del señor Linh, de Philippe Claudel; libros pequeños en tamaño, enormes en escritura, y distintos absolutamente.
¿Finalmente, cómo comenzar a leer a Claudia Piñeiro?
Nuevamente esto depende del lector, yo tengo libros muy íntimos y personales como Una suerte pequeña , Un comunista en calzoncillos, o Elena sabe, si te gustan las historias más personales, casi de cámara, te diría que es por allí. A quienes les interesa que les pinte un mundo, una sociedad, le recomendaría Las viudas de los jueves, Betibú o Las maldiciones, y para el que quiere algo intermedio, Las grietas de Jara, que te pinta el mundo del trabajo en una empresa capitalista que te obliga a hacer determinadas cosas, pero es un libro de personaje.