Buscábamos una excusa para hablar de una de las joyas del catálogo de Netflix, y que mejor oportunidad que la incorporación de una cuarta temporada de esta serie cuando sus seguidores pensamos que estaba todo concluido. Pero por supuesto, no vamos a hablar de esta última temporada, sino de las razones por las cuales recomendamos, y ubicamos en el top 10 de esta plataforma a la serie sueca.
Desde los minutos iniciales del primer episodio sentís que estás frente a una serie “disfrutable”. Que a pesar de las dolorosas complicaciones que se van sucediendo, nunca deja de entretener y aportar una mirada corrida del lugar común o de la que acostumbramos tener a través de las series norteamericanas. La compresión, el análisis y la racionalización de los problemas, a veces más simples y a veces más complejos, están teñidos de la idiosincrasia de los países escandinavos. Las acciones transcurren en Estocolmo y, para quienes somos seguidores de las producciones de esta región, sabemos que por momentos los pensamientos más fríos parecen encontrar soluciones más simples. Esto no suplanta a las emociones, que de hecho abundan en esta historia, pero siempre en la búsqueda de sortear las situaciones más complejos y diversas que a todos se nos presentan a lo largo de la vida. Mirar esta serie nos da la oportunidad de aprender y ampliar nuestro punto de vista.
Tratando de no adelantar la trama, y en pocas líneas, te contamos de qué va ésta historia. Lisa se ha separado del padre de sus dos hijos, la adolescente y difícil Bianca, y el niño menor, el hiperactivo y un tanto agresivo Eddie. Está comenzando una nueva vida, de familias ensambladas, con Patrik, profesor de profesión y padre de William, un niño muy serio opuesto al otro habitante de la nueva casa. Mientras Martin, el ex de Lisa, ha vuelto a vivir en el ático de la casa de su madre e intenta nuevas relaciones a través de la aplicación de citas, la ex de Patrik, Katja, vive una vida profesional, organizada, sumamente estructurada y sola sin aparente necesitad de encuentros.
Esta comedia dramática sueca funciona en torno a las complicaciones de los lazos familiares, y tenemos que interpretar el título, Bonusfamiljen, como una forma de referirse a las familias ensambladas: cuando padres se separan y vuelven a formar pareja con todos sus hijos conformando un nuevo núcleo. Y a lo largo de los capítulos, ofrece muchos de los condimentos de la vida cotidiana en torno a la vida de las personas y familias: embarazos, abortos, enfermedades, secretos, pérdidas y por supuesto, discusiones por temas económicos.
Entre todas las complicaciones que se pueden dar alrededor de un divorcio – y en toda relación interpersonal- dentro de cada núcleo familiar y en la unión de ambos, se van generando todo tipo de situaciones para reflexionar mientras nos divertimos. Lo interesante es que cada tema está abordado desde la dualidad ”te hago reír, te hago pensar”. Y lejos de solo entretener, la serie deja en claro cuán complejas, incómodas y dolorosas pueden ser las consecuencias de una relación fallida. No solo por las complicaciones más banales como ¿con quién se quedará el hijo en su cumpleaños? o ¿celebramos la navidad todos juntos?; todas las emociones subyacentes, inclusive las más dolorosas, entre estos padres y estos hijos van de la mano.
El mayor de los generadores de situaciones dentro de su narrativa es la tormentosa relación entre Lisa-Patrik y los hijos varones que conviven en la nueva casa: el inagotable Eddie y el estudioso y aparentemente perfecto William. Pero a los principales se suma un hilarante elenco de personajes marginales que llevan la trama hasta los extremos: la tragedia y la tristeza por un lado, la satirización de las situaciones por el otro. Especialmente interesante resulta la relación entre la madre de Martin y su «amiga» Gugge, que reconforta y divierte de igual manera. Y es imposible no reírse por las disputas entre bastidores del matrimonio de terapeutas que tratan a la «nueva pareja» por los problemas que trae la reciente convivencia.
De Suecia a Netflix
“En Suecia, que seguramente es uno de los países políticamente más correctos del mundo, ya no decimos padrastro o madrastra porque consideramos que tiene una connotación negativa; en lugar de eso, decimos ‘papá extra’ o ‘mamá extra’ ”, según cuenta uno de los creadores de la serie. De ahí el título que se traduce como «familia extra», un forma sueca más amable utilizada para describir a estas familias ensambladas. El mismo enfoque de la palabra se refleja en el conjunto de la serie, donde las familias de este tipo no son mostradas como algo quebrado o roto que es reensamblado, sino como núcleos familiares que se van ampliando. Inclusive en lo semántico tenemos alguna pequeña diferencia con estos países, ya que para nosotros el ensamble no necesariamente implica la ampliación.
La primera temporada, que se emitió en Suecia en 2016, fue un éxito instantáneo, ganando el premio Kristallen, el «Emmy sueco», al mejor drama de televisión. En principio se creía que en parte se relacionaba con que Suecia posee una de las tasas de divorcio más altas de Europa y que las familias ensambladas son las más comunes hoy día.
Netflix en principio compró las dos primeras temporadas de este programa ya con la idea de distribuirla como propia globalmente más allá de la región de escandinava. Anteriormente la plataforma ya había adquirido algunas series costumbristas nórdicas como «Rita», la comedia dramática sobre una docente muy particular sobre la que ya hablaremos en otra oportunidad, y «Lilyhammer», el programa estadounidense-noruego creado y protagonizado por Steven Van Zandt.
La entretenida y divertida narrativa sobre los divorcios no implica que Bonusfamiljen no explore de manera minuciosa los pesares que implican la ruptura y reorganización de cada una de las personas que componen estas familias. Todo sigue siendo muy real y a lo largo de los capítulos se va percibiendo de manera más clara. Sobre todo, estas heridas van quedando plasmadas, fuera del drama habitual, en los pequeños detalles. Desde el principio, es obvio que Martin todavía sigue enamorado de su ex-esposa, inclusive negándose a quitarse la alianza. Mientras que Katja, una persona más fría y estructurada, está más concentrada en mostrar su constante y pasada infelicidad a través de frases y miradas sarcásticas y filosas. Y de manera muy fluida, la pareja central de Lisa y Patrik va dando muestras día a día, que el cuento de hadas y el romanticismo de una relación queda para los libros y en un lugar más «terrenal» de lo que habían imaginado.
¿Cuánto hay de egoísmo o generosidad? ¿Cuánto de todo se hace o debe hacerse pensando en los hijos? Tal vez algunos hechos o actitudes que se ocultan debajo de algunas sonrisas terminan perjudicando a otras personas queridas, y esto, en última instancia, es parte de la vida real. Todo suma a la marca personal de Bonusfamiljen, su lado más auténtico y lo que la hace más placentera.
Lejos del chiste fácil, está siempre latente la posibilidad y el miedo a la infelicidad, a que todo explote por las aires sin advertencia alguna. Para muestra dicen, solo hace falta un botón, y en un momento dramático Katja dice con sincera ironía: «también en el Titanic las personas se sentían parte de una misma familia, cuando pensaban que se estaban muriendo».