Por Tamara Herraiz, autora de “Al Rojo Vino”
El universo del vino, hasta hace poco marcadamente masculino, está experimentando una gran transformación con la llegada de mujeres jóvenes, muy preparadas y con ideas de cambio. Tal es el caso de Bodegas Chandon que ha sumado a sus filas por primera vez en la Argentina a una enóloga. Se trata de Ana Paula Bartolucci, una mendocina de tan solo 28 años, quien junto a un grupo de otros enólogos presentó, Aperitif, un nuevo espumante bitter que rompe el molde para la tradicional marca de origen francés.
La inclusión de una mujer en el equipo de trabajo es un pequeño detalle de gran significado, si tenemos en cuenta que hasta hace pocos años esto era impensable. Sin embargo, Ana Paula lo vive con total naturalidad, con la frescura de las mujeres de esta generación que atraviesan el empoderamiento femenino como parte de la construcción de sus propias historias.
Ana Paula Bartolucci cursó la carrera de Enología en la Facultad Don Bosco, una de las más prestigiosas de Mendoza.“Cuando estaba estudiando, más del 40 por ciento de los cursantes eran mujeres”,recuerda y confirma el significativo cambio que hubo en la industria respecto a los años ochenta, cuando eran contados los casos de mujeres que estudiaban enología. Es sabido que Susana Balbo fue la primera mujer Licenciada en Enología del país, allá por 1981.
También comenta que mientras cursaba su segundo año, se dio cuenta que si no tenía experiencia, cuando se recibiese, no iba a tener muchas posibilidades de conseguir un trabajo en una bodega. Así que les dijo a los padres que se quería ir de viaje. “Esto generó un caos en casa, mi papá me dijo que si me iba no me recibiría nunca”, dice.
Con 21 años y mucha determinación, asumió lo que sus padres le dijeron y se quedó en Mendoza, donde realizó sus primeras prácticas en una bodega que quedaba cerca de la facultad. Pero, tenaz e inquieta, al año siguiente insistió.“Mi papá me consiguió un contacto para ir a trabajar a Sudáfrica y allí me fui», cuenta.
La familia de Ana Paula tiene una empresa de comercio exterior, mediante la cual lo que más exportan es vino. “Por eso siempre he estado en el ambiente”, comenta y detalla que como todo mendocino que puede hacerlo, se dan el gusto de tener una pequeña finca en Rivadavia, de olivos y “algo de bonarda”.
Estuvo cuatro meses en Sudáfrica y se volvió a Mendoza con su experiencia a cuestas para terminar los estudios. Y siguió trabajando, hizo un par de temporadas más en bodegas mendocinas. Luego, volvió a viajar en cuanto pudo. Le ofrecieron un trabajo en España, en Villanueva de Alcardete, un pueblo cerca de Toledo.
«En esa bodega estaba sola, y hacía de todo. Desde el vino, hasta las visitas guiadas. ¡Y me encantaba! Cuando se terminó la temporada aproveché para irme a Francia y recorrer sus viñedos «, cuenta Ana con entusiasmo sabiendo que sus decisiones no habían sido desacertadas.
Hasta que un día, luego de recibirse, se le presentó la posibilidad de realizar una entrevista de trabajo para Chandon. Y dijo: “¿por qué no?», y se anotó en la lista.
«Fue un proceso largo de entrevista, duró entre 4 y 6 meses. Después de la tercera o cuarta entrevista en grupo me di cuenta de que todos los postulantes teníamos más o menos el mismo perfil en cuanto a lo académico, a los viajes y al idioma, así que me relajé. Pensé que si iba a marcar la diferencia era siendo yo misma. Me expresé como soy ¡y por suerte les gustó!»,relata con una sonrisa.
Ana no solo es la única mujer enóloga, sino además la más joven del equipo de investigación y desarrollo de nuevos productos, compuesto por Onofre Arcos y Gustavo Sánchez. «Estoy súper agradecida por el equipo que me tocó. Por ahí llego con ideas súper locas y Onofre, en vez de decirme: ‘no, no vamos a probar eso’, me dice, ‘bueno, dale, vamos. Lo que se te ocurra lo probamos'».
«Hace tres años que trabajamos en este bitter y Apéritif es la propuesta número 64. Le pusimos realmente todas las ganas y pasión para que llegue a ser el producto que es, con el equilibrio que tiene. Hay todo un mundo detrás de la botella»,detalla al tiempo que afirma que en la enología ella encontró mucho más que un trabajo: “Para mí no solo es mi carrera profesional, si no también es lo que me abrió las puertas a conocer lugares nuevos, nuevas formas de trabajo en equipo, distintas culturas, nuevos amigos y lo que más desafíos me ha presentado”.
A la hora de hablar de mujeres que la inspiran en lo profesional dice no tener a alguien en particular por género.“Me inspiran las personas apasionadas y dedicadas. Me sorprende cuando alguien, en el rubro que sea, pone lo mejor para superarse día a día y que son inconformistas. Me gusta cuando te sentás a charlar con alguien y te puede hablar por horas de su último descubrimiento, avance, cambio, superación o como así también hablar horas de lo que no te deja dormir por ganas de resolverlo. Eso me inspira, la pasión por la perfección”,resume y aclara que, para ella “destacarse es una cuestión de actitud y no de género”.
El vino para Ana es “la expresión de la naturaleza”. Y como amante de ese concepto comenta que lo que más le sorprendió mientras estudiaba fue la microbiología, “porque descubrís el “micro mundo” que hace que la materia prima se transforme”.Y lo que más le gustó, fue el análisis sensorial, que llega a las emociones.
Dice que no lleva un book tasting, que intenta usar las app para anotar lo que va conociendo, pero que los vinos favoritos los lleva en su memoria.
Es una mujer en movimiento y sabe que el cambio es la constante de estos tiempos. Por eso cree que la cultura del vino “va a seguir creciendo a nivel calidad, pero quizás con una visión mucho más amplia de lo que eso significa. Los consumidores de dentro de 10 años no serán los mismos que hace 25 años atrás, por lo tanto, vamos a tener que ir adaptándonos un poco al cambio de paradigma. Para seguir impulsando el mundo del vino tenemos que innovar constantemente, para captar un público más amplio y jugar entre lo tradicional y lo ‘fuera de serie’”, concluye.