Licenciado en Historia y Geografía por la Universidad de Valencia, y especializado en Historia del Arte, Agustín Pérez Rubio es el director artístico del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, y confirma que, en junio de 2018, después de 4 años, dejará la institución como hacedor de importantes hitos, entre los que destaca especialmente Verboamérica, la relectura integral de la colección permanente, curada de manera conjunta con la historiadora e investigadora Andrea Giunta.
Palabras dialogó con Pérez Rubio sobre su trabajo a lo largo de este año y la actualidad del Malba.
¿Cuál es tu balance de lo trabajado en 2017 en el Malba?
Este ha sido un año muy importante para nosotros por varias razones entre las que no puedo dejar de destacar que se ha cumplido el primer año de Verboamérica, esta puesta innovadora de la colección permanente, que comenzó en 2016, y de la que ahora podemos tener un balance, porque fue motivo de invitación de diferentes instituciones de todo el mundo, contó con mucho apoyo por parte del público, y creo que definitivamente ha dejado asentada una manera muy potente de mirar el arte latinoamericano desde una perspectiva poscolonial.
También me parece importante la gran cantidad de exposiciones del Malba que han salido al exterior, como Perspectiva, la muestra de Jorge Macchi que fue a Madrid en el marco de la Plataforma Arco, Dream come true, la de Yoko Ono que fue a Chile, o la de Voluspa Jarpa, además de la llegada de Tiempo partido, la primera exposición retrospectiva en América Latina de General Idea, que tuve el honor de curar en coproducción con la Fundación Jumex Arte Contemporáneo de México, donde se presentó antes de venir a la Argentina.
Creo que todas estas iniciativas, donde el Malba es productor y trabaja de manera colaborativa con otros centros son importantes para cambiar la dirección del flujo de las producciones, porque es usual que las muestras vengan, pero no tanto que salgan desde aquí.
Luego, otro de los grandes hitos ha sido En el principio, la exposición de Diane Arbus, Curada por Jeff L. Rosenheim, Curador en Jefe de Fotografía de The Metropolitan Museum of Art Nueva York, que fue la primera exposición que el MET dejó en América Latina, algo que nunca había pasado y que implica que esas prestigiosas instituciones empiezan a entender que aquí también somos profesionales, que podemos cuidar las obras, y seguir protocolos estrictos de actuación, algo que no solo es importante para el Malba sino para todas las instituciones en general.
Finalmente, no puedo dejar de mencionar la continuidad del proyecto mujeres, que busca recuperar y revisitar la producción de artistas mujeres que no tuvieron suficiente visibilidad en su momento, y cuyo trabajo merece nuevas lecturas, que este año con la muestra de Mirtha Dermisache superó todas nuestras expectativas; y los programas de jóvenes donde tuvimos las exposiciones de Gastón Pérsico, Ximena Garrido Lecca, y Alexander Apóstol, que implicaron un fuerte anclaje en las diversas cuestiones políticas y sociales que atraviesan hoy a Latino América.
Justamente, en relación a ese anclaje en un diciembre bastante convulsionado Malba propone una exposición que re piensa la relación del arte con la protesta social como la de Apostol, ¿cuál es la clave para mantener esa capilaridad entre la propuesta institucional y el contexto social más amplio?
Esto parte de una concepción inicial, un principio fundamental por el que entendemos que la curaduría es, ante todo, una labor política, que debe realizarse de manera democrática, plural, atendiendo a las diversas audiencias, y, sobre todo, abordando aquellas temáticas que han sido relativizadas, y ocultadas por parte de los poderes hegemónicos.
La programación de un museo tiene como eje principal la manera de organizar la colección permanente y Verboamérica es una muestra de esto, con núcleos como Trabajo, multitud y resistencia, por ejemplo, que cruza toda la programación y se conecta especialmente con la muestra de Apostol. En ese sentido, nunca entendí que mi labor en el Malba sea curar una muestra, sino entender y evidenciar la imbricación política y social del arte y la cultura.
¿Cómo es la relación del Malba con las demás instituciones públicas y privadas nacionales?
En principio, en el marco de un circuito que es bastante pequeño y receloso, nos encanta colaborar siempre que podemos con otras instituciones. Lo hemos realizado con el Di Tella, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo Mar, y estamos en plena tarea conjunta con el Museo Emilio Caraffa, de Córdoba, por ejemplo.
Lo cierto es que nosotros somos un museo privado, y nuestra misión no es planificar políticas culturales, esa es una obligación indelegable del Estado, podemos ayudar, pero no hacer más afuera que adentro, porque no somos el ministerio de Cultura, y nuestro presupuesto es más acotado de lo que, en general, la gente piensa.
¿Finalmente, a dos meses de la inauguración de la reforma del Museo, cómo está funcionando el nuevo espacio?
Creo que ese ha sido otro de los grandes hitos de este año porque hoy tenemos un museo más abierto, más conectado, y más amigable. La reforma ha sido un gran trabajo que además se ha coronado con la inauguración de México Moderno Vanguardia y revolución, la gran muestra de la modernidad mexicana, que desde la fundación del Malba era una aspiración poder realizar, hoy ya cuenta con más de 70.000 visitantes, y todo indica seguramente será una de las muestras más convocantes en la historia del museo.