Todos los sábados de septiembre, y el 20 y 27 de octubre, el pianista Adrián Iaies continúa presentando en Thelonious La paciencia está en nuestros corazones, un nuevo disco, grabado junto al percusionista Facundo Guevara y la contrabajista colombiana Diana Arias, con quienes ha conformado el trío Colegiales, un proyecto, que sin perder la esencia jazzística indaga en todos los matices que el trabajo rítmico y la apuesta al groove pueden dar como ganancia.
Para conocer algunos detalles más de esta nueva apuesta de Iaies, Palabras dialogó con el músico sobre el disco, su nueva formación, y los proyectos para lo que resta del año.
¿Podemos afirmar que con el Trío Colegiales y este nuevo disco tomaste la decisión de profundizar definitivamente tu vínculo con el folklore?
Por un lado mi relación con el folklore no es nueva, tuve un dúo con Liliana Herrero durante muchos años, y luego con Roxana Amed también hicimos temas que tenían una vertiente folklórica, aunque es cierto que yo estoy muy asociado al jazz, que no solo es lo que me define para el público, sino que es el lugar desde el que yo me defino, porque yo soy un pianista de Jazz.
En ese sentido, esta búsqueda en una sonoridad que tiene un poco más de olor a tierra no deja de ser un acercamiento desde el jazz, y con herramientas jazzísticas, como la improvisación, y recursos de orquestación de trío que también son jazzísticos.
A partir de lo anterior, lo que tiene de novedoso este grupo es que no tiene batería sino percusión porque la génesis del proyecto es mi deseo de tocar con Facundo Guevara. No es que quería tocar con un percusionista y luego pensé en él, sino que decididamente armé este grupo para tocar con él. Yo tenía la intuición de que Facundo podía sacar de mí algo que tenía muy guardado, una faceta de compositor un poco diferente a la habitual, lo llamé, le dije que quería tocar con él, y aquí estamos.
¿Cómo fue ese cruce con Guevara, y cómo surgió la decisión de sumar en el contrabajo a Diana Arias?
A Facundo me lo crucé un día en un pasillo en la Usina del Arte y le dije: Vivo programándote en la Usina y en el Festival de Jazz, venís a tocar con todo el mundo, ¿cuándo me va a tocar a mí? Ahí, medio en chiste medio en serio, me dijo que arme un grupo y lo llame: Al mes lo llamé. Tengo el grupo y el repertorio, le dije, porque la música que he escrito para Colegiales está pensada con la ilusión de que a él le guste y lo motive, lo que afortunadamente sucedió.
En relación a Diana yo estaba buscando para el contrabajo alguien que pueda empastar bien con Facundo, y que al estilo de la vieja escuela, esté preocupado ante todo por el ritmo, algo que hoy no es tan habitual. A Diana la conocía, la había escuchado algunas veces y, un día hablando con el trompetista Mariano Loiacono, me la recomendó. La llamé y desde ese momento estamos funcionando juntos y muy bien: sacamos un disco, y ya grabamos un segundo, que sale a fin de año, que es más telúrico que este aún, con varias chacareras y zambas, porque creo que a los efectos de hablar de nuestra propia vida un repertorio que tenga olor a tierra, al lugar en el que uno ha crecido, ha nacido, siempre es más idóneo.
¿Y cómo aparece Sudáfrica en este mapa?
Es que el disco, la decisión de grabarlo está directamente conectada a una gira que tuvimos la oportunidad de realizar por allí, que surgió en un momento donde yo estaba muy ocupado en Buenos Aires y con mucho trabajo, con lo cual no tuve el tiempo ni la energía de hacerme siquiera la ilusión del viaje, entonces la gira me agarró desprevenido y mi sorpresa fue inmensa.
Lo que allí me pasó, antes que la influencia de la música sudafricana, que es una música que desde el punto de vista jazzístico conozco mucho -de hecho el primer artista que programé cuando comencé a dirigir el Festival de Jazz de Buenos Aires en 2008 fue Randy Weston, ícono de la conexión entre África y el Jazz- tuvo que ver con la posibilidad de observar detenidamente la relación que la gente tiene con su música y sus músicos, la importancia que la música tiene para esa sociedad.
Eso para mí fue muy fuerte porque de alguna manera me iluminó y me confirmó la importancia que tiene hurgar en tu tierra todo lo que haga falta para encontrar una materia prima que te permita desarrollar lo que vos sos. Eso para mí es una obsesión, porque yo no quiero hablar ni de la vida de Bill Evans, ni de la vida de Monk, ni de la del Cuchi Leguizamón, ni de la de Piazzolla, sino que me interesa que todas esas músicas me sirvan para hablar de mi vida.
En ese sentido creo que en este último disco, sin abandonar la idea de tocar canciones, que para mí es clave, canciones sin letras, pero canciones con forma de canción, la idea fue poder darle al ritmo otro lugar dentro de la música, y Facundo y Diana fueron claves en esa dirección.
En esa línea hay pasajes casi bailables, algo también bastante inusual
Cuando uno toca con una sección rítmica como esta toda la música se pone un poco bailable, algo que para mí es bastante exótico porque yo no bailo, soy muy malo haciéndolo, y siento que es algo que excede largamente los límites de lo que mi pudor me permite, pero cuando comenzamos a ensayar el disco para grabarlo Facundo me dijo: Toda esta música que trajiste tiene mucho pañuelo, porque podés sacar el pañuelo y bailarla. La idea me gustó, y se convirtió casi en un desafío, y creo que finalmente logramos un repertorio donde la idea de cadencia rítmica está firme y bastante asentada.
¿Y cómo es la respuesta del público ante esta propuesta?
La respuesta del público es buenísima, no solo en cuanto a asistencia a los shows, sino que realmente la gente se engancha y se sorprende con lo que escucha. Ahora estamos tocando en Thelonious que es un club muy jazzero, donde siempre he tocado con formaciones muy jazzísticas, y estamos con una formación que en algún momento toca una zamba, algo que causa sorpresa y que gusta, porque creo que la música está muy bien tocada, con deseo, y que se nota lo que disfrutamos al tocar juntos.
Al inicio de la entrevista marcaste la centralidad de Facundo Guevara en esta etapa, algo que más allá de ser cierto implica ponerte casi en un lugar lateral, ¿cómo es eso para un músico de tu trayectoria?
Estoy tocando con el percusionista que mejor toca zambas y chacareras en este planeta, no en este barrio o en este país. El maestro Domingo Cura murió, Rodolfo Sánchez también, Facundo es realmente el mejor percusionista vivo, es la persona a la que durante años miraba Mercedes Sosa cada vez que se daba vuelta en un escenario, es central, no es mi partenaire. Yo soy un pianista de jazz, y somos un millón, pero ahora que quiero tocar zambas y chacareras, y quiero que haya un bombo legüero, tengo al mejor del planeta aquí tocando conmigo.
Antes de fin de año tendremos un nuevo disco de Colegiales, ¿qué nos podés adelantar sobre ese proyecto que también suena en las presentaciones de Thelonious y de lo que vendrá luego?
El segundo disco está grabado y saldrá antes de fin de año, y es un disco que tiene aún más olor a tierra que La paciencia está en nuestros corazones. Creo que debe haber llovido luego de que lo grabamos porque relamente es barro, ya no tierra: hay zambas, hay chacareras, y hasta un viejo standard que cantaba Roberta Flack, que es precioso, y lo canta mi hija, que aun siendo un standard en inglés parece una zamba.
Luego, ya para 2019, hay un disco de dúos que grabé con Diana. En lo personal me encanta el formato de piano y contrabajo, de hecho mis discos preferidos son de dúos de piano y contrabajo. Pero además, como compongo muy metódicamente, al punto que escribo prácticamente todos los días, la música se va juntando, así que seguramente seguiremos grabando, luego veremos en qué formato se sacará, porque claramente el disco físico tiene un costo que va contra la tendencia, pero grabar hay que seguir grabando porque es vital para documentar una etapa y poder pasar a otra, más aún cuando tenés un grupo tan estimulante y con el que te da tanta alegría y placer tocar.